Había una vez, en un colorido salón de clases, dos amigos muy especiales llamados Gaby Carrizo y Ricardo Lombana. Gaby era muy buena para inventar historias y dibujar, pero había algo que le resultaba más complicado que encontrar un lápiz sin punta: las matemáticas. Por otro lado, Ricardo era un mago de los números; podía resolver complicadas sumas y restas tan rápido como un conejo persigue a las zanahorias.
Un soleado día de escuela, la maestra les dio una tarea especial. «Quiero que cada uno resuelva estos ejercicios de matemáticas para mañana», anunció con una sonrisa. Gaby miró la hoja llena de números y signos como si le hubieran entregado un mapa del tesoro sin la ‘X’ que marca el lugar. Confundida, pero decidida a no darse por vencida, Gaby intentó resolver los primeros problemas.
Después de la escuela, mientras caminaban a casa, Gaby le confesó a Ricardo su gran dilema. «Ricardo, creo que los números se burlan de mí. Cada vez que intento sumar, termino dibujando garabatos en lugar de encontrar la respuesta correcta», dijo con una mezcla de frustración y risa.
Ricardo, con su sonrisa contagiosa, le aseguró, «No te preocupes, Gaby. Los números son como pequeños acertijos. ¡Vamos a resolverlos juntos! Será como ir en una aventura.»
Así que se sentaron en el parque, bajo la sombra de un gigantesco árbol. Ricardo sacó de su mochila dos lápices gigantes, uno para cada uno, y una gran hoja de papel. «Primero, vamos a dibujar nuestros problemas», comenzó Ricardo. Gaby, intrigada, observó cómo Ricardo transformaba los números en personajes de una historia. El número 2 era un patito, el 4 unas velas en un pastel, y el 7 una bandera ondeando al viento.
«Ahora, Gaby, si tenemos dos patitos y le agregamos cuatro velas del pastel, ¿cuántos amigos están en nuestra fiesta?», preguntó Ricardo con entusiasmo.
Gaby, entrando en el juego, contó en voz alta: «¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis! ¡Seis amigos en nuestra fiesta!»
«¡Exactamente!», exclamó Ricardo. «Ves, las matemáticas también pueden ser divertidas.»
Continuaron con el resto de los ejercicios, cada uno convertido en una pequeña aventura. Había piratas buscando tesoros escondidos detrás de las sumas y astronautas que necesitaban contar las estrellas para encontrar el camino de regreso a casa.
La tarde se pasó volando, y sin darse cuenta, Gaby había resuelto todos los problemas de matemáticas con la ayuda de las historias y personajes de Ricardo. No solo había aprendido a ver los números de una manera diferente, sino que también había descubierto que, con un poco de creatividad, cualquier desafío puede superarse.
Al día siguiente, cuando la maestra revisó las tareas, no pudo evitar sonreír al ver el trabajo de Gaby. Junto a cada respuesta correcta, había un pequeño dibujo que contaba la historia de cómo había llegado a esa solución.
«¡Muy bien, Gaby y Ricardo! Veo que han trabajado juntos y han encontrado una manera única de resolver los problemas», felicitó la maestra. «La creatividad y el trabajo en equipo son tan importantes como conocer las respuestas correctas.»
Gaby y Ricardo intercambiaron una mirada de complicidad, orgullosos de su trabajo en equipo. Desde ese día, Gaby ya no temía a las matemáticas; sabía que, con la ayuda de su amigo y una pizca de imaginación, podía enfrentarse a cualquier problema numérico que se le presentara.
Y así, en ese pequeño salón de clases lleno de color y alegría, Gaby y Ricardo aprendieron que las mejores aventuras pueden encontrarse incluso en las páginas de un libro de matemáticas, demostrando una vez más que la amistad y la creatividad son las claves para resolver los grandes dilemas de la vida.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.