Había una vez, en una pequeña casa a las afueras de la ciudad, una niña llamada Zoe. Ella tenía 8 años, con el pelo castaño que caía en suaves ondas sobre sus hombros. Su padre, Benjamín, era un hombre con unos ojos verdes que siempre brillaban de ternura. Su madre, Lulú, era una mujer con una sonrisa cálida y cabello castaño que siempre estaba recogido en un moño elegante. Zoe también tenía una hermana mayor, Dira, de 16 años, con el pelo largo y castaño que le daba un aire de princesa.
Zoe adoraba las historias de princesas. Cada noche, antes de dormir, le pedía a su madre que le leyera uno de sus cuentos favoritos. Soñaba con castillos, reinos mágicos, y heroínas valientes que siempre encontraban la manera de superar cualquier obstáculo. Esa noche no fue diferente. Zoe ya estaba acurrucada en su cama, con los ojos brillantes de emoción, esperando a que su madre empezara a leer.
“¿Qué cuento quieres esta noche, mi amor?” preguntó Lulú mientras se sentaba al borde de la cama, con un libro en sus manos.
“Quiero escuchar el cuento de la Princesa del Bosque Encantado,” dijo Zoe con una gran sonrisa. Era uno de sus cuentos favoritos, lleno de magia y aventuras.
Lulú abrió el libro y comenzó a leer, mientras Dira se sentaba al lado de Zoe, disfrutando también de la historia. A medida que Lulú leía, la habitación parecía llenarse de la magia del cuento. Las palabras flotaban en el aire como notas de una melodía encantada, y Zoe sentía que cada vez se sumergía más en la historia.
De repente, algo increíble sucedió. Justo cuando Lulú leyó una línea sobre una puerta mágica que se abría, una luz brillante envolvió la habitación. Zoe sintió que todo a su alrededor comenzaba a girar, y antes de que pudiera decir algo, se encontró de pie en un lugar completamente diferente. Miró a su alrededor y vio que ya no estaba en su habitación. Estaba en un hermoso bosque, lleno de árboles altos y flores que brillaban como estrellas. A su lado estaban Lulú y Dira, tan sorprendidas como ella.
“Mamá, ¿dónde estamos?” preguntó Zoe, tomando la mano de su madre.
“No lo sé, cariño,” respondió Lulú, tratando de mantener la calma. “Parece que hemos sido transportadas al mundo del cuento.”
Dira miró a su alrededor, fascinada y un poco asustada. “¿Cómo es posible esto?”
Antes de que Lulú pudiera responder, una figura apareció entre los árboles. Era una mujer alta y elegante, vestida con un hermoso vestido de seda dorada. Tenía una corona de flores en la cabeza y una sonrisa serena en su rostro.
“Bienvenidas al Reino Encantado,” dijo la mujer con una voz melodiosa. “Soy la Reina Dira, protectora de este bosque. Vosotras habéis sido traídas aquí por la magia del cuento que leíais. Pero no os preocupéis, estáis a salvo.”
Zoe, Lulú y Dira se miraron entre sí, asombradas. No podían creer que la Reina Dira compartiera el mismo nombre que la hermana mayor de Zoe.
“¿Cómo podemos volver a casa?” preguntó Lulú, tratando de mantener la compostura.
La Reina Dira sonrió. “Para regresar a vuestro mundo, alguien en vuestra casa debe contar un cuento de hadas. Solo entonces, la magia del cuento os devolverá a vuestro hogar.”
Mientras tanto, en la casa, Benjamín subió las escaleras para verificar cómo estaban sus hijas y su esposa. Al llegar a la habitación, encontró la cama de Zoe vacía. Ni Zoe, ni Dira, ni Lulú estaban allí. El libro de cuentos yacía en el suelo, con una suave luz dorada emanando de sus páginas. Benjamín se acercó, preocupado, y recogió el libro.
Al abrirlo, vio que las palabras en las páginas brillaban, formando un mensaje: “Para traer de vuelta a Zoe, Dira y Lulú, debes contar un cuento de hadas. Solo entonces, la magia del cuento las devolverá a casa.”
Benjamín entendió lo que debía hacer. Se sentó en la cama, con el libro en sus manos, y comenzó a improvisar un cuento, esperando que sus palabras alcanzaran a su familia y las trajeran de vuelta.
Mientras tanto, en el Reino Encantado, la Reina Dira llevó a Zoe, Lulú y Dira a su castillo. El castillo estaba hecho de piedra blanca que resplandecía con la luz del sol, y estaba rodeado por jardines llenos de flores de colores y fuentes que cantaban con el viento. Dentro, el castillo era aún más impresionante, con salas llenas de artefactos mágicos y paredes decoradas con tapices que contaban historias de antiguos héroes y princesas.
“Este lugar es increíble,” dijo Zoe mientras miraba a su alrededor con los ojos muy abiertos.
La Reina Dira las guió hasta una gran sala con un trono dorado en el centro. “Este es el corazón del Reino Encantado,” explicó. “Aquí es donde la magia es más fuerte. Pero también es donde necesitamos ser más cuidadosas, porque cualquier error podría hacer que la magia se descontrole.”
Lulú y Dira escuchaban atentamente, mientras Zoe se acercaba a uno de los tapices. Representaba una escena de batalla, con caballeros luchando contra un dragón gigantesco.
“¿Eso realmente sucedió?” preguntó Zoe, señalando el tapiz.
La Reina Dira asintió. “Sí, hace muchos años, este reino fue protegido por valientes caballeros que lucharon contra criaturas oscuras. Pero ahora, vivimos en paz, gracias a la magia que fluye en este lugar.”
Zoe estaba fascinada. Quería saber más sobre ese mundo, pero también sabía que tenían que encontrar la manera de volver a casa.
“Reina Dira,” dijo Lulú con suavidad, “¿hay algo que podamos hacer para ayudar a que nuestra familia se reúna de nuevo?”
La Reina Dira sonrió. “Solo queda esperar a que el cuento sea contado en vuestro mundo. Mientras tanto, puedo mostraros más del reino, si queréis.”
Así que la Reina Dira las llevó a explorar el reino. Visitaron un lago mágico donde las hadas jugaban, una torre donde vivía un sabio que conocía todas las historias del mundo, y un prado donde los unicornios galopaban libremente. Zoe, Lulú y Dira estaban asombradas por la belleza y la magia de cada lugar que visitaban.
Sin embargo, a pesar de lo maravilloso que era el Reino Encantado, sabían que tenían que regresar a casa. Zoe echaba de menos a su papá, y Lulú y Dira también querían volver a su vida normal. Pero cuanto más tiempo pasaban en el reino, más difícil parecía la idea de dejarlo atrás.
Mientras tanto, Benjamín seguía contando su cuento en el mundo real. Imaginaba a su familia enfrentando desafíos y superando obstáculos en el Reino Encantado. En su cuento, Zoe se convirtió en una valiente princesa, Dira en una sabia consejera, y Lulú en una poderosa hechicera. Cada palabra que decía parecía resonar en el aire, como si estuviera tejiendo un puente entre los dos mundos.
En el Reino Encantado, Zoe, Lulú y Dira empezaron a notar que las cosas a su alrededor cambiaban. Los colores del cielo se volvían más intensos, y las flores del jardín cantaban una melodía suave. La Reina Dira también notó el cambio y sonrió.
“El cuento está siendo contado,” dijo con alegría. “Pronto, podréis regresar a vuestro hogar.”
Zoe, Lulú y Dira se sintieron aliviadas, aunque una parte de ellas sabía que extrañarían ese mundo mágico. La Reina Dira las acompañó de vuelta al salón del trono, donde la luz dorada comenzó a envolverlas.
“Gracias por ser nuestras invitadas,” dijo la Reina Dira. “Siempre seréis bienvenidas en el Reino Encantado.”
Con esas palabras, la luz dorada se intensificó, y Zoe, Lulú y Dira sintieron cómo eran transportadas de vuelta a su hogar. Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos, y cuando la luz desapareció, se encontraron de nuevo en la habitación de Zoe, con Benjamín sentado a su lado.
“¡Papá!” exclamó Zoe, corriendo a abrazarlo.
Benjamín sonrió aliviado y las abrazó a todas. “Estaba tan preocupado,” dijo. “Pero sabía que contando el cuento, os traería de vuelta.”
Lulú acarició la mejilla de Benjamín. “Gracias, amor. Fue un viaje increíble, pero estamos felices de estar de vuelta.”
Dira asintió, todavía maravillada por lo que habían vivido. “Nunca olvidaré lo que vimos en el Reino Encantado.”
Esa noche, la familia se quedó junta en la cama de Zoe, hablando sobre su aventura. Zoe les contó a sus padres todos los detalles sobre la Reina Dira, los unicornios y las hadas. Benjamín escuchó con atención, sabiendo que aunque había sido una experiencia increíble, estaba feliz de tener a su familia de vuelta en casa.
Y así, la vida volvió a la normalidad en su pequeña casa a las afueras de la ciudad. Pero cada vez que Zoe miraba el libro de cuentos, recordaba la aventura que vivió con su madre y su hermana en el Reino Encantado, y sonreía al saber que, en algún lugar lejano, la magia seguía viva.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado, pero las historias de princesas y reinos encantados siempre estarán en el corazón de quienes creen en la magia.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.