Era una fría noche de otoño cuando Esmeralda e Irvin decidieron dar un paseo por el centro de la ciudad. La niebla se deslizaba por las calles, creando un ambiente misterioso y tenebroso. La pareja caminaba de la mano, disfrutando del aire fresco y la tranquilidad de la noche. La ciudad, normalmente bulliciosa, estaba sorprendentemente silenciosa.
De repente, mientras caminaban, vieron un callejón oscuro y estrecho lleno de niebla. Esmeralda sintió un escalofrío recorriendo su espalda, pero su curiosidad fue más fuerte. «¿Vamos a ver qué hay allí?» sugirió, con una sonrisa nerviosa.
Irvin, siempre dispuesto a una aventura, asintió y juntos se dirigieron hacia el callejón. Mientras se adentraban, la niebla se hacía más densa y la luz de las farolas se desvanecía, sumiéndolos en una penumbra inquietante. El silencio era casi ensordecedor, roto solo por el sonido de sus propios pasos.
De repente, una figura emergió de la niebla. Era un payaso con un traje desgastado y colores apagados. Llevaba una peluca rizada y una nariz roja, pero lo que más llamaba la atención era su expresión malévola y sus ojos fríos y vacíos. En una mano, sostenía una cabeza humana, y en la otra, un mazo cubierto de sangre.
Esmeralda e Irvin se quedaron paralizados de terror. El payaso les sonrió de forma siniestra y comenzó a caminar hacia ellos, lentamente pero con determinación. El miedo los sacó de su parálisis y comenzaron a correr. Sus corazones latían desbocados mientras el payaso los perseguía, cada vez más cerca.
Corrieron sin rumbo, intentando perder al payaso en la maraña de calles y callejones. Pero el payaso siempre estaba detrás de ellos, sus pasos resonando en sus oídos como una siniestra canción. Finalmente, encontraron un callejón sin salida y se escondieron detrás de unos contenedores de basura, tratando de controlar su respiración para no ser descubiertos.
Desde su escondite, escucharon los pasos del payaso acercándose. Esmeralda apretó la mano de Irvin, sintiendo que el pánico la consumía. El payaso se detuvo justo frente a su escondite, olfateando el aire como si pudiera oler su miedo. Luego, de repente, se alejó, desvaneciéndose en la niebla.
Esmeralda e Irvin esperaron un rato antes de salir de su escondite. Estaban temblando y llenos de adrenalina. Decidieron volver a casa lo más rápido posible, convencidos de que el payaso aún los buscaba. Mientras corrían hacia su apartamento, se encontraron con sus amigos Ángeles, Adrián y Aejo, quienes estaban preocupados por su ausencia.
«¿Qué ha pasado? ¿Por qué están tan asustados?» preguntó Ángeles, alarmada al ver las expresiones aterrorizadas de sus amigos.
Irvin les explicó todo rápidamente, desde el encuentro con el payaso hasta la persecución. Sus amigos los escucharon con incredulidad, pero al ver la seriedad en sus rostros, supieron que no estaban bromeando.
«Tenemos que llamar a la policía,» sugirió Adrián. «Ese payaso es peligroso.»
Pero antes de que pudieran hacer algo, una risa siniestra resonó en la calle. El payaso había regresado y ahora los miraba fijamente desde el otro lado de la calle. La risa resonaba en la noche, llenándolos de terror. Sabían que no había tiempo que perder.
«¡Corran!» gritó Aejo, y todos comenzaron a correr juntos, intentando alejarse del payaso. La persecución continuó por varias calles, con el payaso siempre un paso detrás de ellos. Finalmente, encontraron refugio en un edificio abandonado y se escondieron en el sótano, esperando que el payaso no los encontrara.
Mientras se ocultaban en la oscuridad del sótano, podían escuchar los pasos del payaso acercándose nuevamente. La tensión era insoportable. Esmeralda comenzó a llorar en silencio, sintiendo que no podrían escapar de esta pesadilla.
De repente, Irvin recordó algo que su abuelo solía decir: «La oscuridad puede ser nuestro mejor aliado.» Se dio cuenta de que debían usar la oscuridad a su favor. Susurró su plan a los demás y todos estuvieron de acuerdo en intentarlo.
Cuando los pasos del payaso se acercaron aún más, todos se escondieron en diferentes rincones del sótano, quedándose completamente inmóviles y en silencio. El payaso entró en el sótano, buscando a sus presas. Pero la oscuridad era tan densa que no podía ver nada.
Finalmente, frustrado, el payaso salió del sótano, gritando de rabia. Esperaron unos minutos más antes de salir de sus escondites. Estaban exhaustos y asustados, pero al menos habían logrado escapar.
Decidieron que era hora de dejar la ciudad y buscar ayuda en otro lugar. Se aseguraron de moverse con cautela, siempre atentos a cualquier señal del payaso. Después de varias horas de caminar, finalmente encontraron una estación de policía y contaron su historia.
La policía los escuchó con atención y rápidamente organizó una búsqueda del payaso. Mientras tanto, Esmeralda, Irvin, Ángeles, Adrián y Aejo se quedaron en la estación, sintiéndose un poco más seguros.
Pasaron unos días antes de que la policía pudiera encontrar alguna pista del payaso. Descubrieron que era un asesino en serie que había estado aterrorizando la ciudad durante meses. Gracias a la información proporcionada por el grupo de amigos, finalmente lograron capturarlo y ponerlo tras las rejas.
La noticia del arresto del payaso se difundió rápidamente, y la ciudad respiró aliviada. Esmeralda, Irvin y sus amigos fueron considerados héroes por su valentía y por ayudar a poner fin a la ola de terror.
Aunque nunca olvidaron la noche de horror que vivieron, se sintieron orgullosos de haber sobrevivido y de haber ayudado a capturar al payaso. La experiencia los unió aún más y les enseñó la importancia de la amistad y la valentía.
Desde entonces, Esmeralda, Irvin, Ángeles, Adrián y Aejo siguieron adelante con sus vidas, recordando siempre que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la amistad y la valentía puede guiarlos a través de la niebla.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.