Cuentos de Terror

El Secreto del Ático

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de densos bosques y colinas misteriosas, dos hermanos llamados Juan y Milagros. Juan, de ocho años, era conocido por su curiosidad sin límites, y Milagros, aunque solo tenía seis, era valiente y decidida. Una tarde de otoño, mientras visitaban la antigua casa de su abuelo, descubrieron un mapa antiguo escondido en un libro polvoriento. El mapa señalaba a un lugar misterioso dentro de la misma casa: el ático.

Los hermanos, impulsados por la emoción del descubrimiento, decidieron explorar el ático esa misma noche. Armados con una linterna y una brújula dorada, se adentraron en el corazón de los misterios que la casa del abuelo guardaba.

El ático era un lugar olvidado en el tiempo, lleno de trastos antiguos, libros que contenían historias de otras eras y objetos que parecían tener vida propia. Con cada paso que daban, el polvo se levantaba, formando figuras extrañas en el aire. La linterna de Juan iluminaba los rincones más oscuros, revelando secretos largamente guardados.

Siguiendo el mapa, llegaron a una vieja caja de madera escondida detrás de un armario desvencijado. Con manos temblorosas pero decididas, Juan abrió la caja, encontrando dentro un diario antiguo y una pequeña llave de plata. El diario, escrito por su bisabuelo, contaba la historia de un tesoro escondido en algún lugar de la casa, un tesoro que nadie había logrado encontrar.

La llave, según el diario, abría una puerta secreta en el ático. Los hermanos buscaron por todos lados hasta que Milagros, con su pequeña mano, encontró una hendija en la pared que encajaba perfectamente con la llave. Al girarla, una sección de la pared se deslizó hacia un lado, revelando una escalera que descendía a la oscuridad.

Bajaron con cautela, iluminando el camino con la linterna. Al final de la escalera, encontraron una habitación secreta. En el centro, reposaba un cofre antiguo, cubierto de telarañas y polvo. Con el corazón latiendo a mil por hora, abrieron el cofre para descubrir el tesoro: una colección de objetos mágicos que su bisabuelo había recopilado a lo largo de su vida. Había un reloj que podía detener el tiempo, un espejo que mostraba el futuro y una pequeña caja musical que podía apaciguar cualquier tormenta.

Mientras exploraban los objetos, un ruido los sobresaltó. Era el sonido de pasos acercándose. Los hermanos se escondieron detrás del cofre, temiendo haber sido descubiertos. Sin embargo, al asomarse, vieron que no era más que un viejo gato de la casa, que había seguido su aventura con curiosidad.

Aliviados, Juan y Milagros decidieron que era hora de regresar. Subieron las escaleras, cerraron la puerta secreta y prometieron guardar el secreto del tesoro. Antes de dejar el ático, colocaron la llave y el diario dentro de la caja de madera, escondiéndola de nuevo para que futuras generaciones pudieran descubrir la magia por sí mismas.

Al día siguiente, contaron a su abuelo historias de su aventura, omitiendo, por supuesto, el descubrimiento del tesoro. El abuelo les sonrió con complicidad, como si supiera que habían encontrado algo más que simples trastos viejos en el ático.

Juan y Milagros aprendieron que la verdadera aventura y el tesoro no estaban en los objetos mágicos, sino en el valor de descubrir los misterios juntos, fortaleciendo su vínculo como hermanos. Prometieron que, sin importar qué, siempre compartirían aventuras, buscando tesoros en los rincones más inesperados del mundo y de la vida.

Y así, cada vez que visitaban la casa del abuelo, los hermanos no podían evitar mirar hacia el ático, recordando su noche de aventura. Sabían que más historias esperaban ser descubiertas, más misterios listos para ser revelados. Porque en la casa del abuelo, la magia era real, y ellos eran los guardianes de sus secretos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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