Cuentos de Terror

La Sombra del Pasado que Ilumina el Futuro

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En una pequeña ciudad rodeada de montañas y bosques espeso, existía un viejo y misterioso castillo. Este castillo, aunque una vez fue un lugar de gran esplendor, ahora estaba cubierto de hiedra y parecía estar envuelto en un aire de misterio y abandono. Se decía que en su interior habitaban sombras del pasado, susurros de historias olvidadas que solo unos pocos conocían.

Un grupo de amigos, compuesto por Luisa, Alex, Daniel, Victoria y Diego, decidieron aventurarse un día hacia el castillo. Todos ellos eran muy curiosos y les encantaba explorar lugares misteriosos. Luisa, con su cabello rizado y ojos brillantes, siempre tenía una historia lista; Alex, que siempre llevaba una linterna, era el más cauteloso del grupo; Daniel, con su espíritu aventurero, no podía resistir la tentación de explorar lugares prohibidos; Victoria, la más pequeña pero la más valiente, siempre estaba lista para cualquier desafío; y Diego, que tenía una gran imaginación, siempre encontraba forma de transformar cualquier situación en una aventura emocionante.

Una tarde brillante de otoño, mientras las hojas caían y el viento susurraba antiguas melodías, el grupo decidió que era el momento perfecto para visitar el castillo. «He escuchado que hay un tesoro escondido en algún lugar del castillo», dijo Daniel emocionado. «¡Vamos a buscarlo!»

Los amigos se dirigieron hacia el viejo castillo, sintiendo la adrenalina y el nerviosismo a medida que se acercaban. Al llegar, vieron que las puertas estaban entreabiertas y decidieron entrar. El aire estaba frío y un silencio profundo los envolvió. Las paredes estaban cubiertas de polvo y telarañas, y las viejas ventanas dejaban pasar poca luz. Se podía sentir que algo los observaba desde las sombras.

«¿No se siente un poco extraño aquí?» comentó Alex, mientras iluminaba con su linterna las esquinas oscuras de la sala. «Como si el castillo estuviera vivo.»

«¡Vamos! No seamos miedosos!», respondió Diego, intentando sonar más valiente de lo que se sentía en realidad. «Nadie sostiene ningún secreto si no lo buscamos.»

Mientras exploraban, Daniel encontró un antiguo retrato en la pared. Era una pintura de una joven con un vestido blanco, que parecía mirarlos fijamente. «¿Quién crees que será?», preguntó Victoria, asustada, pero también fascinada.

Luisa acercó su mano al marco del retrato y, al tocarlo, sintió una extraña energía. «Creo que ella quiere contarnos algo», dijo, mirando a sus amigos. «Tal vez tenga que ver con el tesoro que están buscando.»

De repente, un fuerte golpe sonó en la parte superior del castillo. Los amigos se sobresaltaron. «¿Qué fue eso?» preguntó Alex, mientras su voz temblaba un poco.

«Probablemente solo el viento. Vamos a ver», dijo Diego, intentando mostrar su valentía. Los amigos subieron las escaleras crujientes, y cada escalón parecía contarles historias de tiempos pasados. Con cada paso que daban, el aire se volvía más frío y denso. Al llegar a la cima, se encontraron en un largo pasillo, donde las sombras danzaban a la luz de la linterna.

«¿Vieron eso?» murmuró Victoria. «Algo se movió.»

La tensión era palpable, pero la curiosidad les empujaba a seguir adelante. En el final del pasillo había una puerta entreabierta. Al asomarse, encontraron una habitación oscura, llena de muebles cubiertos por sábanas blancas. El lugar parecía haber estado cerrado durante años.

«¡Miren!», exclamó Luisa al reconocer un viejo cofre en un rincón. «¡Quizás aquí está el tesoro!»

Con cuidado, se acercaron al cofre y comenzaron a quitarle el polvo. Sin embargo, al abrirlo, en lugar de dinero o joyas, encontraron un antiguo diario, cuyas páginas estaban amarillentas y frágiles. «Es un diario de la chica del retrato», dijo Luisa, mientras todos se acercaban a leer.

Al abrir el diario, empezaron a leer en voz alta las entradas. La primera decía: «Hoy es el día en que llegué al castillo. Mis padres han decidido mudarse aquí por razones que todavía no comprendo. Este lugar tiene un aire de misterio, y a veces siento que no estoy sola. Hay ecos en los pasillos que me hablan, y por las noches hay una sombra que parece estar siempre presente.»

Las palabras de la chica parecían cobrar vida, y una brisa repentina hizo que las velas en la habitación chisporrotearan. «¿Qué será esa sombra?» preguntó Alex con voz temblorosa.

«Tal vez sea un espíritu que permanece aquí», sugirió Diego, «protegió su tesoro».

El grupo decidió seguir leyendo. Las siguientes entradas hablaban de cómo la chica, llamada Elena, había encontrado un amigo imaginario que decía conocer secretos del castillo. «Ella describe cómo ese amigo le mostró un lugar oculto en el bosque detrás del castillo», comentó Daniel, intrigado.

«¿Qué tal si encontramos ese lugar oculto?», sugirió Victoria, emocionada por la perspectiva de un nuevo descubrimiento.

«Sí, ¡vamos a buscarlo!», animó Diego, y los demás asintieron, sintiendo que el viento les empujaba hacia la aventura.

Al salir del castillo, el anochecer comenzaba a envolver el mundo en una suave penumbra. Se dirigieron al bosque que se extendía detrás del castillo, siguiendo el camino que Elena había descrito en su diario. A medida que se adentraban en el bosque, la luz de la luna comenzaba a filtrarse a través de las ramas, iluminando de manera mágica su camino.

«Espero que no nos encontremos con nada… raro», dijo Alex, mientras miraba a su alrededor con desconfianza.

«¡No seas miedoso! Esto es emocionante», respondió Daniel, mientras dirigía la linterna hacia adelante.

Después de caminar un rato, llegaron a un claro. En el centro había un viejo árbol con un enorme hueco en su base. «¿Creen que este es el lugar?», preguntó Luisa, señalando el árbol.

Diego se adelantó y, tras mirar un momento, decidió asomarse. «¡Miren esto!», gritó. En su interior, encontró un pequeño cofre similar al del castillo pero más pequeño. Sus amigos se acercaron ansiosos.

«¿Qué hay adentro?», preguntó Victoria, casi sin aliento.

Diego abrió el cofre cuidadosamente y, para su sorpresa, encontró un conjunto de amuletos brillantes que parecían tener diferentes formas y colores. «¡Es hermoso!», exclamó. Sin embargo, en el fondo del cofre había un papel arrugado. Al desplegarlo, encontraron un mapa que parecía estar escrito a mano.

«Es un mapa de todo el castillo y su entorno», explicó Daniel, mientras todos miraban con ojos grandes. «Podría llevarnos a más lugares ocultos.»

«¿Qué tal si lo seguimos y encontramos más cosas interesantes?» propuso Alex, sintiéndose algo más valiente al estar ahora rodeado de sus amigos.

Acordaron usar el mapa y regresaron al castillo. Cada uno se sentía parte de una historia antigua, la historia de Elena, que los guiaba. A medida que seguían las instrucciones del mapa, encontraron habitaciones secretas y pasadizos escondidos que nunca imaginaron existieran.

Una de las habitaciones los llevó a una biblioteca polvorienta, llena de libros antiguos. «Aquí hay más diarios», dijo Luisa emocionada. «Quizás podamos encontrar más sobre Elena y su vida.»

Tras horas de exploración, descubrieron que Elena había tenido una vida llena de aventuras, pero también de tristeza. Había perdido a sus padres en un accidente y vivía en el castillo en soledad. Sin embargo, sus amigos imaginarios le traían alegría, y un día, un oscuro secreto fue revelado: un antiguo ser que vigilaba el castillo había hecho un pacto para protegerlo a cambio de compañía.

«¿Qué significa eso?» preguntó Victoria, sintiéndose inquieta.

«Quizás significa que debemos liberar a este espíritu,» sugirió Daniel. «Tal vez el tesoro no sea oro, sino la paz que este lugar necesita.»

Con cada revelación que hacían, el aire del castillo parecía cambiar. Las sombras que tenían miedo empezaron a convertirse en formas más amables. Decidieron hacer una ceremonia al anochecer para liberar al espíritu. Usaron los amuletos que habían encontrado en el claro, colocándolos en un círculo en la sala principal del castillo.

Mientras se preparaban, Diego recordó una frase de un diario de Elena: «La luz siempre triunfa sobre la oscuridad.» Decidieron encender varias velas en el centro del círculo. «Esto representará nuestra intención de traer paz», dijo Luisa, mientras todos se unían en un círculo de mano.

El momento fue intenso. Sintiéndose un poco nerviosos, comenzaron a hablar en voz alta en un tono positivo, diciendo palabras de amor y conexión. Mientras lo hacían, sintieron un aire fresco pasar por el lugar, un suave susurro que parecía hablarles en respuesta. Las sombras comenzaron a danzar a su alrededor, pero en lugar de asustarlos, les ofrecieron consuelo.

De repente, un brillo apareció en el centro del círculo. Se formó la silueta de una figura amable. Era Elena. «Gracias por ayudarme», dijo con una voz suave y melodiosa. «He estado atrapada aquí por muchos años. Su luz me permite partir y encontrar la paz.»

Luisa, con los ojos llenos de lágrimas, respondió: «Nos alegra haberte encontrado. Siempre serás parte de nuestra historia.»

«Recuerden siempre que la valentía y la amistad pueden iluminar incluso los lugares más oscuros», agregó Elena, mientras su figura se desvanecía, dejando tras de sí una brillante luz que llenó el castillo.

En ese instante, el castillo cobró vida. El aire se volvió cálido y el polvo comenzó a desaparecer, revelando colores vibrantes en las paredes y los muebles. El castillo ya no sería solo un lugar de sombras, sino un hogar lleno de historia y magia.

Los amigos se sintieron felices, comprendiendo que habían construido una conexión no solo con Elena, sino entre ellos mismos. «Lo logramos», exclamó Alex, sintiéndose orgulloso.

«Y ahora el castillo nos pertenece de una forma diferente», añadió Victoria, sonriendo de oreja a oreja.

Regresaron a casa con el corazón lleno de alegría y un nuevo sentido de aventura. Habían enfrentado sus miedos, habían dado rienda suelta a su curiosidad y habían encontrado más que un tesoro. La experiencia les enseñó que la valentía radica en enfrentar lo desconocido y que, a menudo, las sombras del pasado pueden iluminar el futuro.

Aprendieron que la amistad era el verdadero tesoro, y que cada historia tiene el poder de transformarse en algo maravilloso. Desde ese día, el castillo dejó de ser un lugar de temores, y se convirtió en un símbolo de esperanza, un lugar al que regresar siempre que quisieran recordar la conexión que habían forjado con el pasado y entre ellos mismos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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