Cuentos de Terror

Renacer en el Caos: Historias de Sobrevivencia en un Mundo Desolado

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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 Paula y José eran dos amigos inseparables que vivían en un pequeño pueblo rodeado de un espeso bosque. Cada tarde, después de terminar sus tareas escolares, se aventuraban a explorar sus secretos. Sin embargo, había una cueva en particular que siempre había despertado su curiosidad: la Cueva del Eco, famosa por los rumores que afirmaban que todo aquel que la visitara escuchaba sus más profundos miedos susurrados por el viento. Aunque el pueblo estaba lleno de historias de terror sobre la cueva, a Paula y a José les encantaba la emoción y la magia de lo desconocido.

Una tarde, mientras caminaban por el bosque, decidieron que era el momento de adentrarse en la Cueva del Eco. La luz del sol comenzaba a desvanecerse, y la sombra de los árboles parecía envolverles en un abrazo misterioso. Con linternas en mano, se adentraron en la cueva. El interior era frío y húmedo, y el eco de sus risas se desvanecía rápidamente, dejándoles un silencio inquietante.

Mientras exploraban, José escuchó un ligero murmullo. «¿Escuchaste eso, Paula?», preguntó, con un tono de voz apenas audible. Paula lo miró con ojos grandes y asustados. «Solo el eco, seguramente», respondió, aunque en su interior comenzaba a sentir un cosquilleo de nerviosismo. Cada paso que daban resonaba en las paredes de la cueva, haciendo que los ecos sonaran más separados y distorsionados.

Fue entonces cuando vieron una extraña sombra moverse en la penumbra. José, lleno de valentía, decidió seguirla. «No te alejes», le advirtió Paula, pero José estaba decidido. A medida que avanzaban hacia la sombra, se dieron cuenta que no estaban solos. En la cueva había un cuarto personaje, una criatura pequeña y flaca con grandes ojos que los observaba. Se trataba de un pequeño duende llamado Rizo, que había estado perdido y asustado en la cueva durante mucho tiempo.

«Hola, amigos», saludó el duende con una voz temblorosa. «No deberían estar aquí. Esta cueva es peligrosa, y sus ecos pueden transformar los miedos más profundos en realidades». Paula y José se miraron, aliviados de encontrar un compañero en su aventura, aunque el aviso del duende les dio un escalofrío. Rizo, al ver la preocupación en sus rostros, continuó explicando: «Los ecos aquí pueden hacer que lo que temen más se vuelva cierto. Deben tener cuidado con lo que deseen».

Paula, recordando un miedo que siempre había tenido desde niña, no pudo evitar preguntarle a Rizo: «¿Por qué temer algo así? No podemos volver a nuestro pueblo así, sin intentar saber lo que hay aquí». Rizo frunció el ceño. «Eso es justo lo que no deberían hacer.¿Para qué queréis conocer lo que ya sabéis que teméis?». Pero aunque sintieron la advertencia de Rizo, la curiosidad pudo más que el miedo.

Decididos, comenzaron a explorar más profundamente en la cueva, las sombras parecían cobrar vida a su alrededor. De repente, escucharon susurros que parecían llamarlos por sus nombres. «Paula… José…», resonaban en el aire. «Ese es el eco», dijo Rizo, pero la inquietante melodía los hipnotizaba. Sin querer, Paula se acercó a una de las paredes, donde un rostro oscuro parecía sercarse a su reflexión. La imagen la miraba con ojos vacíos y le hablaba con palabras que nunca había querido escuchar.

José, al verla, también fue atraído por su propio eco. «José, tus miedos nunca te dejarán ser valiente». El eco resonaba en su mente, y al igual que Paula, comenzó a temer que todo lo que había enfrentado hasta el momento fuera en vano. Sin embargo, Rizo, al percibir que los ecos los estaban atrapando, se acercó y gritó: «¡Basta! No escuchen sus llamados. Ustedes son más fuertes que sus miedos».

Con su voz temblorosa pero firme, Rizo recordó a Paula y José que cada uno de ellos había enfrentado sus propios miedos en el pasado y que lo que estaban escuchando no era más que un eco distorsionado de su propia inseguridad. Fue entonces cuando la imagen en la pared comenzó a desvanecerse, llevándose con ella la voz que tanto los atormentaba.

Paula respiró hondo y, con una voz decidida, gritó: «¡No le tengo miedo a mis temores!». José siguió su ejemplo y también gritó: «¡Soy más valiente de lo que pienso!». Las voces que los rodeaban empezaron a disminuir, y el ambiente en la cueva, antes pesado, comenzó a tranquilizarse. Rizo sonrió, sabiendo que sus amigos estaban superando sus miedos y que había logrado ayudarles.

Enganchados por el éxito, decidieron salir de la cueva antes de que la oscuridad lo consumiera todo. Mientras regresaban, Rizo les agradeció por haberlo ayudado a ver la luz. «No siempre podemos luchar contra nuestros miedos, pero con amigos, siempre podremos enfrentarlos».

Cuando finalmente salieron de la cueva, el sol estaba comenzando a ocultarse, iluminando el bosque con un suave resplandor dorado. Paula y José se miraron, riendo al recordar lo que habían vivido. La cueva del eco no solo les había dado miedo, sino que les había enseñado que los miedos son reales pero no invencibles.

Esa noche, al volver a casa, Paula se sintió más valiente que nunca. Había comprendido que el verdadero terror no era la cueva, sino la idea de dejar que sus miedos controlaran su vida. José, a su lado, asentía en acuerdo, sabiendo que juntos, podrían enfrentar cualquier desafío que se presentara.

Así, con el eco de la valentía en sus corazones, Paula y José prometieron nunca dejar que el miedo gobernara sus aventuras. Habían renacido en el caos, listos para seguir explorando el mundo, esta vez con la certeza de que juntos siempre serían más fuertes.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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