Era una noche oscura y tormentosa cuando cinco amigos, Drako, Akiles, Luna, Seus y Satanás, decidieron explorar una misteriosa cueva que había aparecido cerca del pueblo. La cueva tenía una entrada imponente, flanqueada por rocas afiladas y envuelta en una niebla espesa que emitía un brillo rojizo. A pesar de las advertencias de los ancianos del pueblo, la curiosidad pudo más y los cinco amigos se adentraron en la oscuridad.
El interior de la cueva estaba iluminado por un resplandor siniestro que parecía emanar de las profundidades. El aire era pesado y cálido, y había un olor a azufre que hacía que todos se sintieran incómodos. Sin embargo, ninguno de ellos quería mostrar miedo, así que siguieron adelante. Tras caminar varios minutos, llegaron a una bifurcación en el túnel.
—¿Por dónde deberíamos ir? —preguntó Luna, mirando a sus amigos con preocupación.
—Sigamos el camino que parece más iluminado —sugirió Akiles, levantando su espada que brillaba con una luz propia.
Seus, el más sabio del grupo, asintió con su larga barba moviéndose suavemente. —La luz puede ser nuestra guía, pero debemos tener cuidado. Este lugar no parece ser natural.
Siguieron el camino iluminado, descendiendo más y más en las entrañas de la tierra. Cuanto más avanzaban, más caliente se volvía el ambiente, hasta que finalmente llegaron a una enorme caverna abierta. La vista que los recibió fue impresionante y aterradora a la vez. Ríos de lava serpenteaban por el suelo, y el techo de la caverna estaba cubierto de estalactitas ardientes. En el centro, sobre un trono de roca fundida, se encontraba Satanás, el amo del inframundo.
Satanás se levantó lentamente, sus ojos ardían como carbones encendidos, y una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro.
—Bienvenidos a mi dominio —dijo con una voz profunda y resonante—. Han llegado al infierno, y aquí se enfrentarán a sus peores miedos.
Drako, con sus alas de dragón, sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero trató de mantener la compostura.
—¿Qué quieres de nosotros? —preguntó desafiante.
—Diversión —respondió Satanás—. Hace mucho tiempo que no recibo visitas, y ustedes serán mi entretenimiento.
De repente, el suelo tembló y se abrieron varias fisuras alrededor de ellos. Criaturas infernales comenzaron a emerger de las grietas, rodeando a los cinco amigos. Eran demonios de diversas formas y tamaños, con ojos brillantes y garras afiladas.
Akiles levantó su espada, que comenzó a brillar intensamente, y se puso en posición de combate.
—¡Prepárense para luchar! —gritó.
La batalla fue feroz. Akiles demostraba una valentía extraordinaria, su espada cortaba el aire y repelía a los demonios con destellos de luz. Luna utilizaba su colgante de luna, que lanzaba rayos de energía plateada, mientras Drako volaba por encima de los demonios, lanzando llamaradas para mantenerlos a raya. Seus, con su bastón, conjuraba hechizos protectores para mantener a salvo a sus amigos.
A pesar de su valentía, los demonios eran numerosos y poderosos. Cada vez que derrotaban a uno, parecía que otros dos aparecían en su lugar. Satanás observaba desde su trono, disfrutando del espectáculo.
—No podrán vencerme —dijo Satanás con una risa malvada—. Este es mi reino, y aquí mando yo.
Justo cuando las esperanzas parecían desvanecerse, una figura luminosa apareció en la caverna. Era un ser de luz pura, con alas doradas y una presencia reconfortante.
—¡Basta! —exclamó la figura, y los demonios retrocedieron con temor.
—¿Quién eres tú? —preguntó Satanás, levantándose de su trono.
—Soy el Guardián de la Luz —respondió la figura—, y estos jóvenes no pertenecen a este lugar. Su valentía y amistad han sido probadas, y merecen regresar a su mundo.
Satanás frunció el ceño, pero sabía que no podía desafiar al Guardián de la Luz. Con un gesto de desdén, se sentó de nuevo en su trono.
—Muy bien —dijo—. Pero recuerden esto: siempre habrá oscuridad en sus corazones, y yo estaré esperando.
Con esas palabras, la caverna comenzó a desmoronarse. El Guardián de la Luz extendió sus alas y envolvió a los cinco amigos en un brillo cegador. Cuando la luz se desvaneció, se encontraron de nuevo en la entrada de la cueva, sanos y salvos.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó Luna, todavía temblando.
—Una prueba —dijo Seus, con una mirada sabia—. Una prueba de nuestra amistad y coraje. Ahora sabemos que podemos enfrentarnos a cualquier cosa, incluso a los mismos demonios del infierno.
Drako sonrió, sus alas se plegaron a su espalda. —Y siempre lo haremos juntos.
Los cinco amigos regresaron al pueblo, con una historia que contar y un vínculo más fuerte que nunca. Habían enfrentado sus peores miedos y habían salido victoriosos, no solo gracias a su valor, sino también a la fuerza de su amistad.
Desde entonces, cada vez que la noche caía y las sombras se alargaban, recordaban su aventura en el infierno y sabían que, mientras estuvieran juntos, nada podría derrotarlos. Y aunque el miedo todavía rondaba sus corazones, sabían que siempre habría luz para guiar su camino.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.