Había una vez un niño llamado Guido que vivía en una pequeña ciudad llena de parques y árboles. Guido tenía ocho años y era un niño muy especial. Tenía una gran imaginación, le encantaba dibujar y siempre estaba lleno de energía. Pero también tenía algo que lo hacía diferente de los demás niños: tenía TDAH, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.
Guido a menudo se sentía inquieto y le costaba concentrarse en la escuela. Sus pensamientos parecían saltar de una cosa a otra como si fueran saltamontes en un prado. Aunque intentaba prestar atención y seguir las instrucciones de sus profesores, a veces se sentía perdido y frustrado. Esto hacía que algunos de sus compañeros de clase no lo entendieran y, en lugar de ser amables, lo trataban mal.
En el patio de recreo, mientras los otros niños jugaban juntos, Guido a menudo se encontraba solo, observando desde la distancia. A veces, los niños se burlaban de él, llamándolo «raro» o «tonto» porque no podía seguir el ritmo de los juegos o porque se distraía fácilmente. Esto hacía que Guido se sintiera muy triste y aislado.
Un día, durante la clase de arte, la profesora pidió a todos que dibujaran algo que les hiciera felices. Guido tomó sus lápices de colores y comenzó a dibujar un gran bosque lleno de animales. Dibujó conejos, ardillas y pájaros de todos los colores. Se perdió en su propio mundo de fantasía y, por un momento, olvidó sus problemas.
Cuando la profesora recogió los dibujos, se quedó impresionada con el trabajo de Guido. «¡Guido, este dibujo es maravilloso!» exclamó. Todos los niños miraron el dibujo y se sorprendieron al ver el talento que tenía su compañero. Pero, aunque admiraron su obra, no cambiaron su actitud hacia él.
Ese mismo día, en el recreo, Guido estaba sentado solo en un banco cuando se le acercó una niña nueva llamada Elena. Elena era una niña amable y curiosa, que siempre estaba dispuesta a hacer nuevos amigos. «Hola, Guido. Vi tu dibujo en clase. Es increíble. ¿Cómo lograste dibujar algo tan bonito?» le preguntó.
Guido, sorprendido por la amabilidad de Elena, sonrió tímidamente y respondió: «Solo imagino un lugar feliz y dibujo lo que veo en mi mente.»
«Me gustaría aprender a dibujar como tú. ¿Podrías enseñarme?» dijo Elena con una sonrisa.
Desde ese momento, Guido y Elena comenzaron a pasar más tiempo juntos. Elena era paciente y comprensiva con Guido, y pronto se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común. A Guido le encantaba dibujar y a Elena le encantaba escribir cuentos. Juntos, crearon historias y aventuras increíbles, combinando sus talentos.
A medida que Elena conocía mejor a Guido, se dio cuenta de lo difícil que era para él lidiar con su TDAH. Pero también vio su gran corazón y su increíble creatividad. Decidió que quería ayudar a los demás niños a entender a Guido y a tratarlo con más respeto.
Un día, durante la hora de cuentos, Elena pidió permiso a la profesora para leer una historia que había escrito. La profesora aceptó, y Elena comenzó a leer en voz alta. La historia trataba sobre un pequeño dragón llamado Draki, que tenía mucha energía y no podía quedarse quieto. Draki tenía problemas para concentrarse y, a menudo, se sentía incomprendido por los otros dragones.
Pero un día, Draki conoció a un hada amable que le enseñó a usar su energía y creatividad para hacer cosas maravillosas. Los otros dragones, al ver el talento de Draki, comenzaron a entenderlo y aceptarlo, convirtiéndose en grandes amigos.
Cuando Elena terminó de leer, todos los niños aplaudieron. La historia les había llegado al corazón y, de alguna manera, les hizo pensar en Guido. Poco a poco, los compañeros de clase de Guido comenzaron a verlo de manera diferente. Entendieron que, aunque era diferente, también tenía cosas maravillosas que ofrecer.
Con el tiempo, los niños empezaron a incluir a Guido en sus juegos y actividades. Descubrieron que era un gran amigo, siempre dispuesto a ayudar y a compartir sus ideas creativas. Guido, por su parte, se sintió más aceptado y feliz, lo que le permitió concentrarse mejor en sus estudios y disfrutar más de la escuela.
Elena y Guido siguieron siendo grandes amigos y juntos inspiraron a otros niños a ser más comprensivos y amables con aquellos que son diferentes. La escuela se convirtió en un lugar más inclusivo y alegre, donde cada niño se sentía valorado y respetado.
Guido aprendió que, aunque tenía TDAH, podía superar sus desafíos con el apoyo de buenos amigos y la comprensión de quienes lo rodeaban. También descubrió que su creatividad y energía eran dones únicos que podía usar para hacer cosas maravillosas.
Al final del año escolar, la profesora organizó una exposición de arte para mostrar los trabajos de todos los alumnos. El dibujo de Guido del bosque lleno de animales ocupó un lugar destacado en la exposición. Todos los padres y profesores quedaron impresionados por su talento.
Ese día, mientras Guido miraba su dibujo en la exposición, se sintió orgulloso de lo lejos que había llegado. Recordó los momentos difíciles y las burlas, pero también pensó en todo lo que había aprendido y en los amigos que había hecho. Supo que, con determinación y apoyo, podía superar cualquier obstáculo.
La historia de Guido y Elena se convirtió en una leyenda en la escuela, un ejemplo de cómo la comprensión y la amistad pueden cambiar vidas. Los niños de la escuela aprendieron que ser diferente no es algo malo, y que cada uno tiene algo especial que ofrecer.
Guido siguió adelante, con la confianza y la seguridad de que podía alcanzar cualquier meta que se propusiera. Sabía que, aunque el camino a veces fuera difícil, siempre tendría el apoyo de sus amigos y la fuerza interior para superar cualquier desafío.
Y así, con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de esperanza, Guido continuó su viaje, listo para enfrentar nuevas aventuras y demostrar al mundo el poder de la comprensión y la amistad.
Y colorín colorado, este cuento de valores se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.