En un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y flores coloridas, vivía un hombre llamado Pablo Curo. Era un hombre rico y avaro, que solo pensaba en acumular más y más dinero. Tenía una gran casa con un jardín hermoso, pero no se preocupaba por nadie más que por sí mismo.
Un día, la madre de Pablo Curo, una viejecita débil y cansada, decidió visitar a su hijo. Estaba muy hambrienta y cansada del viaje, así que llamó a la puerta de la casa de Pablo para pedirle algo de comida. Pero cuando Pablo se dio cuenta de que era su madre, no se alegró en absoluto. De hecho, se enfadó muchísimo.
«¿Qué quieres aquí?», le preguntó a su madre con una voz dura.
«Estoy hambrienta, hijo mío», respondió la madre con una voz triste. «No tengo nada que comer en casa y pensé que podrías ayudarme».
Pero Pablo no se apiadó de su madre. Se rió de ella y le dijo que no tenía tiempo para ella. «Vete de aquí», le gritó. «No tengo nada que darte».
La madre de Pablo se sintió muy triste y se fue de la casa con lágrimas en los ojos. Pero no se fue sola. La esposa de Pablo, una mujer buena y amable, la accompanyó y le dio un poco de comida y un vaso de agua.
«Mamá, por favor, no te vayas sin comer algo», le dijo la esposa de Pablo. «Mi marido es un hombre duro, pero yo te ayudaré».
La madre de Pablo se sintió agradecida con la esposa de su hijo y se comió un poco de comida. Pero no podía entender por qué su hijo era tan cruel con ella. ¿Por qué no la amaba?
Mientras tanto, Pablo Curo seguía acumulando riquezas y viviendo de manera egoísta. Pero un día, mientras estaba en su jardín, notó que algo extraño le estaba sucediendo. Empezó a sentirse débil y a cambiarse… ¡Estaba convirtiéndose en un gusano!
Al principio, Pablo no entendió qué estaba pasando. Pero pronto se dio cuenta de que su transformación era el resultado de su avaricia y su desprecio hacia su madre. Se había vuelto un gusano debido a su falta de corazón y su egoísmo.
Mientras Pablo se arrastraba por el suelo, sintió una gran vergüenza y tristeza. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Por qué había sido tan cruel con su madre?
De repente, un grupo de gusanitos salieron de la tierra y se acercaron a Pablo. «Hola, señor gusano», le dijeron. «Somos tus nuevos amigos».
Pablo se sintió solo y asustado, pero los gusanitos le ofrecieron su ayuda y le enseñaron a vivir en su nuevo cuerpo. Juntos, exploraron el jardín y descubrieron un mundo nuevo y emocionante.
Pero aún había alguien más que podía ayudar a Pablo a cambiar. Un anciano sabio que vivía en el pueblo había estado observando a Pablo desde lejos. El anciano sabio era conocido por su gran corazón y su sabiduría.
Un día, el anciano sabio se acercó a Pablo y le dijo: «Pablo, hijo mío, te he estado observando. He visto cómo te has convertido en un gusano debido a tu avaricia y tu desprecio hacia tu madre. Pero todavía hay tiempo para que cambies. ¿Quieres aprender a ser una persona mejor?»
Pablo se sintió agradecido con el anciano sabio y aceptó su ayuda. Juntos, empezaron a trabajar en la transformación de Pablo. El anciano sabio le enseñó a Pablo a ser más amable y a valorar a los demás.
Mientras tanto, la esposa de Pablo seguía cuidando de su suegra y de sus hijos. Les contaba historias y les enseñaba a ser buenos y amables.
Con el tiempo, Pablo empezó a cambiar de verdad. Se volvió más amable y se dio cuenta de que la verdadera felicidad no se encontraba en la riqueza, sino en la familia y los amigos. Finalmente, después de mucho esfuerzo, Pablo se transformó de nuevo en un ser humano.
Esta vez, sin embargo, era una persona diferente. Era amable y se preocupaba por los demás. Se disculpó con su madre y le pidió perdón por su comportamiento anterior.
La madre de Pablo lo perdonó y lo abrazó. «Estoy orgullosa de ti, hijo mío», le dijo. «Has cambiado y has aprendido a ser una persona mejor».
La esposa de Pablo también se sintió orgullosa de su esposo. «Te amo más que nunca», le dijo.
Los hijos de Pablo se sintieron felices de tener un padre que los amaba y los cuidaba. Y los gusanitos que habían sido amigos de Pablo en su época de gusano se convirtieron en amigos de la familia.
El anciano sabio sonrió y dijo: «La verdadera felicidad se encuentra en la familia y los amigos. Recuerda siempre, Pablo, que la avaricia y el egoísmo pueden llevarte a la ruina, pero la amabilidad y la generosidad te pueden llevar a la verdadera felicidad».
Y así, Pablo Curo y su familia vivieron felices para siempre, recordando siempre la lección que habían aprendido: la importancia de la amabilidad y la generosidad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.