En un pequeño pueblo rodeado de hermosos jardines y huertas, vivía un hombre llamado Pablo Curo. Era un hombre rico y avaro, que solo pensaba en acumular más y más riquezas. Tenía una gran casa con un jardín hermoso, pero no se preocupaba por las personas que lo rodeaban. Incluso, su propia madre, que había cuidado de él cuando era un niño, no era bien recibida en su casa.
La madre de Pablo, una viejecita bondadosa y trabajadora, solía visitar a su hijo con la esperanza de que él la ayudara y le diera un poco de amor. Pero Pablo siempre la rechazaba, cerrando la puerta en su cara y sin ofrecerle ni un vaso de agua. La viejecita se iba con lágrimas en los ojos, decepcionada y triste.
Un día, la-wife de Pablo, una mujer buena y amable, decidió ayudar a su suegra. Ella sabía que su marido no estaba dispuesto a hacerlo, pero no podía dejar que la viejecita sufriera. Así que, secretamente, comenzó a enviarle comida y dinero a la madre de Pablo. La viejecita agradecía la bondad de su nuera y se sentía reconfortada por su ayuda.
Pablo tenía dos hijos pequeños, que jugaban en el jardín y pasaban su tiempo libre con su madre. Aunque ellos no tenían un papel activo en la historia, eran parte de la familia y se beneficiaban de la bondad de su madre.
Una noche, mientras Pablo dormía en su cama, se sintió un extraño malestar en su cuerpo. Comenzó a sentirse débil y su cuerpo empezó a cambiar. Sus brazos y piernas se acortaron, su piel se volvió suave y sus ojos se separaron. Pablo se despertó y se miró en un espejo. ¡Qué horror! Se había convertido en un gusano.
Pablo se arrastró por el suelo, sintiendo vergüenza y desesperación. No podía creer que esto le había sucedido. De repente, escuchó una voz que decía: «Pablo Curo, por tu avaricia y desprecio hacia tu madre, has sido castigado. Ahora eres un gusano y tendrás que vivir como tal».
Pablo se sintió asustado y solo. No sabía qué hacer ni hacia dónde ir. Pero pronto escuchó un ruido detrás de él. Era un grupo de gusanitos que se acercaban a él. «Hola, Pablo Curo», dijeron los gusanitos. «Somos tus nuevos amigos. Vendremos contigo y te ayudaremos a aprender a vivir como un gusano».
Pablo se sintió un poco más animado. Tal vez, pensó, esto no fuera el fin del mundo. Los gusanitos lo llevaron a un jardín hermoso, donde había flores y frutas deliciosas. Pablo se sorprendió al ver que el mundo era tan hermoso y diverso.
Mientras Pablo se encontraba en el jardín con los gusanitos, conoció a una nueva persona. Era un anciano sabio que se llamaba Don Sabio. Don Sabio era un hombre bondadoso y sabio que tenía una gran sabiduría. Habló con Pablo y le dijo: «Pablo Curo, has sido castigado por tu avaricia y desprecio hacia tu madre. Pero no es demasiado tarde para cambiar. Puedes aprender a ser una persona mejor y a amar a los demás. ¿Estás dispuesto a hacerlo?»
Pablo se sintió conmovido por las palabras de Don Sabio. Sí, pensó, está dispuesto a cambiar. Y los gusanitos que lo rodeaban parecían estar de acuerdo con él. «Sí», dijeron los gusanitos. «Pablo Curo puede cambiar y ser una persona mejor».
Con la ayuda de Don Sabio y los gusanitos, Pablo comenzó a aprender a ser una persona mejor. Aprendió a amar a los demás y a ser bondadoso. Y pronto, su corazón de piedra comenzó a cambiar. Se sintió más ligero y más feliz.
Una noche, mientras Pablo dormía en el jardín con los gusanitos, se sintió un extraño malestar en su cuerpo. Comenzó a sentirse fuerte y su cuerpo empezó a cambiar. Sus brazos y piernas se alargaron, su piel se volvió suave y sus ojos se unieron. Pablo se despertó y se miró en un espejo. ¡Qué milagro! Se había convertido en un ser humano de nuevo.
Pablo se sintió emocionado y agradecido. Había cambiado y había aprendido a ser una persona mejor. Volvió a su casa y se reunió con su esposa y sus hijos. Su madre también estaba allí, y Pablo la abrazó y le pidió perdón por su comportamiento anterior.
La madre de Pablo lo perdonó y lo abrazó. «No importa, hijo mío», dijo. «Lo importante es que has aprendido a ser una persona mejor. Ahora eres un hombre rico en amor y bondad, y eso es lo que verdaderamente importa».
Pablo se sintió feliz y en paz. Había cambiado y había aprendido a ser una persona mejor. Y siempre recordó la lección que había aprendido: que la bondad y el amor son más importantes que la riqueza y el poder.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.