Cuentos de Valores

Mara y el Valor de la Amistad

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y coloridos jardines, vivía una niña llamada Mara. Mara era conocida en todo el vecindario por su espíritu travieso y su tendencia a portarse mal. Sus padres y maestros siempre intentaban enseñarle la importancia de comportarse bien, pero Mara parecía disfrutar haciendo travesuras y desobedeciendo las reglas.

Mara tenía dos amigos muy especiales, Ila y Ele. Ila era una niña muy amable y gentil, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Tenía una sonrisa cálida que podía iluminar cualquier día nublado. Ele, por otro lado, era un niño pensativo y calmado. Siempre estaba reflexionando sobre el mundo a su alrededor y tenía una paciencia infinita con las travesuras de Mara. Juntos, formaban un trío inseparable.

Un día, mientras jugaban en el parque del pueblo, Mara vio un pequeño y brillante collar en el suelo. Sin pensarlo dos veces, lo recogió y se lo guardó en el bolsillo. Ila y Ele notaron lo que Mara había hecho y se acercaron a ella.

—Mara, ¿de quién es ese collar? —preguntó Ila con preocupación en su voz.

—No lo sé —respondió Mara encogiéndose de hombros—. Lo encontré en el suelo. Ahora es mío.

Ele frunció el ceño y dijo con calma—: Mara, sabes que no está bien quedarse con cosas que no son nuestras. Deberíamos intentar encontrar al dueño.

Mara, sin embargo, no quería escuchar. Estaba convencida de que el collar le pertenecía ahora y no tenía intención de devolverlo. Ila y Ele se miraron preocupados, pero decidieron no insistir en ese momento.

Pasaron los días y Mara continuó con sus travesuras. Se divertía haciendo bromas pesadas a sus compañeros de clase, desobedeciendo a sus maestros y haciendo enfadar a sus padres. Sin embargo, a pesar de su comportamiento, Ila y Ele siempre estaban a su lado, intentando guiarla por el buen camino.

Una tarde, mientras paseaban por el mercado del pueblo, Mara vio a una anciana que parecía estar buscando algo desesperadamente. La anciana preguntaba a los comerciantes y a los transeúntes si habían visto un pequeño collar. Mara sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de que el collar que había encontrado pertenecía a la anciana.

—Mara, esa señora parece estar buscando algo muy importante para ella —dijo Ila suavemente—. Deberías devolverle el collar.

Mara miró a sus amigos y luego a la anciana. Sabía que Ila y Ele tenían razón, pero una parte de ella no quería admitir su error. Finalmente, tomó una decisión. Se acercó a la anciana y, con voz temblorosa, dijo:

—Disculpe, creo que esto es suyo.

La anciana miró el collar con ojos llenos de lágrimas y una gran sonrisa se dibujó en su rostro.

—¡Oh, gracias, querida! Este collar es muy especial para mí. Era de mi madre y pensé que lo había perdido para siempre.

Mara sintió una mezcla de alivio y vergüenza. Al devolver el collar, se dio cuenta de cuánto daño podría haber causado al quedárselo. La anciana le agradeció de nuevo y se fue con una expresión de inmensa gratitud.

Esa noche, Mara no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Se dio cuenta de que su comportamiento no solo afectaba a ella, sino también a las personas a su alrededor. Decidió que quería cambiar y ser una mejor persona, alguien de quien sus amigos pudieran estar orgullosos.

Al día siguiente, Mara se despertó con una nueva determinación. Empezó a comportarse mejor en la escuela, ayudando a sus compañeros y obedeciendo a sus maestros. Sus padres notaron el cambio y se sintieron muy orgullosos de ella. Ila y Ele también estaban felices de ver que su amiga estaba cambiando para mejor.

Unos meses después, el pueblo organizó un gran evento para celebrar el Día de la Amistad. Había juegos, comida y mucha diversión. Durante el evento, Mara fue llamada al escenario. El alcalde del pueblo quería agradecerle públicamente por devolver el collar a la anciana y por su reciente cambio de actitud.

—Mara, has demostrado un gran valor y honestidad. Estamos muy orgullosos de ti y de cómo has decidido mejorar. Eres un ejemplo para todos nosotros —dijo el alcalde.

Mara se sonrojó, pero se sintió muy feliz. Entendió que hacer lo correcto y tratar bien a los demás era mucho más gratificante que cualquier travesura. Ila y Ele la aplaudieron con entusiasmo, sabiendo que su amiga había aprendido una valiosa lección.

Desde ese día, Mara se convirtió en una niña diferente. Aunque todavía tenía su espíritu travieso, ahora lo usaba de manera positiva, haciendo reír a sus amigos y trayendo alegría a los demás. Aprendió que ser buena no solo la hacía feliz a ella, sino también a todos los que la rodeaban.

Y así, en el pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y coloridos jardines, Mara, Ila y Ele continuaron siendo los mejores amigos, disfrutando de cada día con risas, juegos y, sobre todo, mucho amor y amistad.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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