Cuentos de Animales

El último regalo de Farinelli

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En una pequeña calle lateral de un barrio tranquilo, cada amanecer traía consigo una escena que enternecía a todos los que tenían la suerte de presenciarla. Olga, una señora mayor con el cabello corto y blanco, aparecía puntualmente con su bolsa llena de comida. No importaba si el cielo estaba gris y el frío calaba los huesos o si una fina lluvia adornaba la mañana, su compromiso con dos pequeños gatitos era inquebrantable.

Kala y Farinelli, hermanos y compañeros de infortunio, esperaban ansiosos cada día el sonido de los pasos conocidos. Al oír a Olga, sus pequeños cuerpos vibraban de emoción mientras corrían hacia ella, sus maullidos llenos de alegría rompían el silencio del amanecer. La mujer los acariciaba suavemente mientras servía su desayuno, y por un momento, el callejón se transformaba en un refugio de amor y cuidado.

Sin embargo, un fatídico lunes por la mañana, la rutina se vio abruptamente interrumpida. Una vecina, con el rostro pálido y la voz temblorosa, se acercó a Olga para darle la noticia que ningún amante de los animales quisiera escuchar: Farinelli había sido atropellado. Con el corazón encogido, Olga dejó caer su bolsa y corrió hacia donde yacía el pequeño cuerpo de Farinelli. A pesar de sus esfuerzos y sus lágrimas, nada pudo hacer para cambiar el cruel destino que había caído sobre el dulce gatito. Con un dolor inmenso, recogió su cuerpecito del frío asfalto y lo llevó a casa, donde le dio un pequeño pero digno adiós en el jardín que tanto había disfrutado.

Los días siguientes fueron sombríos. Kala, ahora sola, se encogía en uno de los rincones del callejón cada mañana, esperando un sonido que nunca volvería a escuchar. Olga continuaba bajando con la comida, esperando que al menos el cuidado continuo pudiera aliviar el dolor de la pérdida para ambos.

Fue entonces cuando, una mañana, algo diferente sucedió. Dos figuras desconocidas se acercaron al lugar. Eran una pareja joven que, al pasar por ahí, se había enamorado de la pequeña Kala. Observaron cómo Olga cuidaba de la gatita y, conmovidos por la escena, decidieron que querían darle un hogar. Con el permiso y la bendición de Olga, se llevaron a Kala para brindarle una vida llena de amor y seguridad, algo que Olga deseaba fervientemente para ella.

A pesar de la felicidad que sentía por Kala, Olga no podía evitar sentir un vacío cada mañana. Sin embargo, sabía que tanto Kala como Farinelli siempre tendrían un lugar especial en su corazón. Meses después, esa misma pareja regresó con Kala para visitar a Olga. La gata, ahora claramente feliz y saludable, corrió hacia Olga con el mismo entusiasmo de siempre, ronroneando fuertemente mientras se frotaba contra sus piernas.

Fue durante esa visita que Olga recibió un regalo inesperado. La pareja había traído un pequeño collar que pertenecía a Farinelli, con una placa que Olga había hecho grabar para él. Dentro del collar, habían colocado una pequeña foto de Kala y Farinelli juntos, capturando un momento de alegría compartida. Las lágrimas brotaron de los ojos de Olga al recibirlo, pero esta vez eran lágrimas de gratitud y amor. Kala se acurrucó en su regazo, como si entendiera el significado de ese gesto.

Desde ese día, Olga colgó el collar en un pequeño gancho junto a su puerta, recordándole cada día no solo la pérdida de Farinelli, sino también la esperanza y la continuidad que Kala representaba. Y cada vez que veía el collar, sabía que, de alguna manera, Farinelli aún estaba con ellas, guiando y protegiendo a su hermana desde algún lugar más allá del arco iris, donde no hay dolor ni despedidas.

Y así, aunque la historia de Farinelli había llegado a su fin, su legado vivía en cada ronroneo de Kala y en cada recuerdo que Olga guardaba en su corazón, un recordatorio eterno de que el amor, incluso el que se comparte brevemente, perdura siempre.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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