Había una vez, en un reino muy peculiar, cinco amigos que vivían en el Valle de las Formas. No eran amigos comunes y corrientes, sino figuras geométricas con personalidades únicas y especiales. Cada uno tenía una forma que lo hacía distinto, pero juntos, formaban el grupo más unido de todo el reino.
El primero era Círculo, una figura redonda y siempre optimista. Con su brillante color rojo, rodaba alegremente por todos lados, buscando siempre el lado positivo de las cosas. Su habilidad para rodar lo hacía el más rápido de todos, y solía ser quien lideraba el grupo cuando salían de aventuras.
Luego estaba Triángulo, un personaje azul con tres lados afilados. Era el más astuto de todos y siempre estaba calculando la mejor manera de superar cualquier obstáculo. A veces, su naturaleza puntiaguda lo hacía un poco impaciente, pero sus amigos sabían que su inteligencia era invaluable.
Rectángulo, de un vivo color amarillo, era el más alto del grupo. Sus lados largos y rectos lo hacían el más fuerte físicamente, y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás cuando necesitaban fuerza extra para mover algo. Aunque podía parecer un poco rígido, Rectángulo era extremadamente amable y protector.
Cuadrado era verde y, aunque parecía simple, era el más equilibrado y calmado del grupo. Con sus cuatro lados iguales, siempre encontraba la manera de mantener la paz entre sus amigos cuando las cosas se ponían difíciles. Su estabilidad emocional era lo que mantenía al grupo unido en los momentos más complicados.
Por último, estaba Óvalo, de color púrpura. Aunque era parecido a Círculo, Óvalo era más alargado y tenía una manera única de moverse, deslizándose suavemente por el suelo. Era el más curioso del grupo, siempre queriendo descubrir cosas nuevas y explorar lugares que nadie más había visto.
Un día, mientras los cinco amigos descansaban bajo un enorme árbol en el centro del valle, escucharon una conversación entre dos aves que revoloteaban sobre sus cabezas.
—He escuchado que en el Bosque de las Sombras hay un tesoro escondido —dijo una de las aves—, pero nadie ha podido encontrarlo. Dicen que está custodiado por un guardián misterioso.
Al oír esto, Óvalo, lleno de emoción, se levantó de un salto.
—¡Chicos! ¡Tenemos que ir a buscar ese tesoro! ¡Será la aventura más grande de nuestras vidas!
Círculo, siempre listo para rodar hacia nuevas experiencias, asintió con entusiasmo.
—¡Sí! ¡Será muy divertido! ¡Vamos!
Triángulo, aunque intrigado, frunció el ceño.
—Esperen un momento. Si hay un guardián, debe ser peligroso. No podemos lanzarnos sin pensar en un plan.
Rectángulo cruzó sus brazos, pensando en las posibles dificultades.
—Triángulo tiene razón. Necesitamos estar preparados para lo que sea que encontremos.
Cuadrado, siempre el más equilibrado, intervino.
—Podemos ser cuidadosos y aventureros al mismo tiempo. Si trabajamos juntos, no hay nada que no podamos superar.
Con la decisión tomada, las cinco figuras geométricas se pusieron en marcha hacia el Bosque de las Sombras. A medida que avanzaban, el paisaje se volvía más oscuro y misterioso. Los árboles eran altos y sus ramas entrelazadas bloqueaban gran parte de la luz del sol, creando sombras que bailaban a su alrededor.
A pesar de la atmósfera inquietante, los amigos se mantuvieron unidos. Mientras caminaban, se encontraron con su primer desafío: un gran río que cortaba su camino. El agua fluía rápidamente, y no había ningún puente a la vista.
—¿Cómo cruzaremos? —preguntó Óvalo, mirando con preocupación la corriente.
Círculo, siempre pensando en moverse rápidamente, intentó rodar por la orilla, pero se dio cuenta de que no había suficiente espacio para todos.
Triángulo, después de analizar la situación, tuvo una idea.
—¡Podemos construir un puente! Si trabajamos juntos, podemos usar nuestros cuerpos para formar un puente temporal.
Rectángulo, siendo el más largo, se ofreció como la base. Se tumbó de lado, extendiéndose sobre el río. Cuadrado se colocó al lado de él para darle apoyo. Triángulo y Óvalo se aseguraron de que todo estuviera estable, y finalmente, Círculo rodó por encima para asegurarse de que el puente era seguro.
Con su trabajo en equipo, lograron cruzar el río sin problemas. Una vez al otro lado, se sintieron más confiados que nunca.
—¡Sabía que lo lograríamos! —dijo Círculo, lleno de energía.
El grupo continuó su marcha hasta que llegaron a una gran cueva oscura. Desde el interior, se escuchaba un suave eco, como si alguien o algo los estuviera esperando.
—Este debe ser el hogar del guardián del tesoro —dijo Triángulo, observando con cautela la entrada.
Con valentía, entraron en la cueva, donde encontraron un enorme dragón hecho de piedra. Era inmóvil, pero sus ojos brillaban con una luz misteriosa.
—Soy el Guardián de las Sombras —dijo el dragón con una voz profunda—. Si desean el tesoro, deben demostrar que pueden resolver mi enigma.
Las figuras geométricas se miraron entre sí, sabiendo que este sería el mayor desafío de su aventura.
El dragón continuó:
—Escuchen con atención. El enigma es el siguiente: soy fuerte pero nunca corro, puedo sostener muchas cosas sin ser aplastado. Mi forma es perfecta, y nunca cambiará. ¿Qué soy?
Los amigos se quedaron en silencio, pensando en la respuesta. Triángulo fue el primero en hablar.
—Debe ser una figura geométrica, pero ¿cuál?
Círculo rodó de un lado a otro, intentando recordar algo que encajara con la descripción.
Cuadrado, siempre tranquilo, habló lentamente.
—Es algo que puede sostener muchas cosas y es perfecto… Creo que la respuesta es un cuadrado. Es una figura estable y fuerte.
El dragón sonrió, y su cuerpo comenzó a desvanecerse en el aire.
—¡Correcto! —exclamó—. Han demostrado ser dignos. El tesoro es suyo.
Cuando el dragón desapareció por completo, un cofre dorado apareció ante ellos. Lo abrieron y dentro encontraron piedras preciosas de todos los colores, brillando como si tuvieran luz propia.
Pero para los amigos, el verdadero tesoro no eran las piedras. Habían aprendido que, cuando trabajaban juntos, podían superar cualquier obstáculo. Con corazones llenos de satisfacción, las cinco figuras geométricas regresaron al Valle de las Formas, sabiendo que su amistad era el mayor tesoro de todos.
Y así, vivieron muchas más aventuras juntos, siempre listos para enfrentarse a lo que el futuro les deparara.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.