Un día soleado de verano, un niño de tres años llamado Pau decidió salir a pasear con sus mejores amigos, su perrita Lola y su perro Arnold. Pau tenía el cabello rubio que brillaba bajo el sol y llevaba una camiseta azul y pantalones cortos. Lola era una perrita pequeña y blanca, muy esponjosa y siempre alegre. Arnold era un perro grande y marrón, protector y valiente.
Ese día, Pau decidió que sería una gran idea explorar el bosque que estaba cerca de su casa. «Vamos, Lola y Arnold, ¡vamos a la aventura!» dijo Pau con entusiasmo. Lola ladró feliz y Arnold movió la cola emocionado.
Juntos, los tres amigos se adentraron en el bosque. Los árboles eran altos y verdes, y el aire olía a flores frescas y tierra húmeda. Mientras caminaban, Pau vio un conejo saltando cerca de un arbusto. «¡Mira, un conejito!» exclamó Pau, señalando al animalito. El conejo miró a Pau, Lola y Arnold con curiosidad, y luego siguió saltando por el bosque.
Más adelante, encontraron un ciervo que estaba bebiendo agua de un charco. El ciervo levantó la cabeza y miró a los tres amigos. Pau se quedó quieto para no asustarlo. «Hola, ciervo,» dijo Pau en voz baja. El ciervo parecía entender y, después de un momento, continuó bebiendo agua.
El camino era emocionante y lleno de sorpresas. Pasaron por un grupo de mariposas que volaban alrededor de unas flores coloridas. Pau levantó las manos y las mariposas volaron alrededor de él, como si estuvieran jugando. Lola intentó atrapar una con su hocico, pero las mariposas eran muy rápidas.
Después de un rato de caminar, Pau, Lola y Arnold escucharon el sonido de agua corriendo. «¡Debe ser un río!» dijo Pau emocionado. Siguieron el sonido y, efectivamente, encontraron un hermoso río. El agua era clara y fresca, y brillaba bajo el sol.
Pau se quitó los zapatos y metió los pies en el agua. «¡Está fresquita!» dijo riendo. Lola y Arnold también se acercaron al agua. Lola se sacudió un poco cuando sus patas tocaron el agua, mientras que Arnold bebió un poco y luego se acostó en la orilla, disfrutando del fresco.
Pau y sus amigos jugaron junto al río por un buen rato. Hicieron barquitos con hojas y ramitas, y los vieron flotar corriente abajo. Pau se tumbó en la hierba y miró el cielo azul, sintiéndose muy feliz. Lola se acurrucó a su lado, y Arnold se quedó cerca, vigilando.
De repente, escucharon un ruido en los arbustos. Pau se levantó y miró con curiosidad. «¿Qué será eso?» pensó. De los arbustos salió un pequeño mapache que los observó con sus ojitos brillantes. Pau sonrió y dijo: «Hola, mapache. No tengas miedo, somos amigos.»
El mapache pareció entender y se acercó un poco, olfateando el aire. Pau sacó una galleta de su bolsillo y se la ofreció. El mapache tomó la galleta con sus patitas y empezó a comerla. «¡Qué lindo es!» dijo Pau, encantado.
El sol empezó a bajar, y Pau supo que era hora de regresar a casa. «Vamos, Lola y Arnold, es hora de volver,» dijo Pau. Lola y Arnold lo siguieron, felices y satisfechos después de su gran aventura.
Mientras caminaban de regreso por el bosque, Pau recordó todos los animales que habían conocido y los hermosos momentos junto al río. Estaba agradecido por tener a Lola y Arnold como sus mejores amigos.
Cuando llegaron a casa, la mamá de Pau los estaba esperando en la puerta. «¿Qué tal fue la aventura?» preguntó con una sonrisa. «¡Fue increíble! Vimos conejos, ciervos, mariposas y hasta un mapache,» contó Pau emocionado. Su mamá lo abrazó y dijo: «Me alegra que te hayas divertido. Ahora es hora de cenar.»
Esa noche, mientras Pau se preparaba para dormir, no podía dejar de pensar en su día lleno de aventuras. «Lola, Arnold, gracias por ser mis mejores amigos,» dijo Pau acariciando a sus perros. Lola se acurrucó cerca de él y Arnold se tumbó al pie de la cama.
Pau cerró los ojos y pronto se quedó dormido, soñando con nuevas aventuras en el bosque. Sabía que con Lola y Arnold a su lado, cada día podría ser una gran aventura.
Fin
Cuentos cortos que te pueden gustar
La Gran Aventura de Cassandra, Maxi y Jack
Un Paseo al Zoológico con mi Familia
El Viaje de Karen
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.