Cuentos de Hadas

El Bosque de las Hadas y la Casa de Amistad

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Juliana era una niña curiosa y valiente que amaba explorar el bosque que rodeaba su casa. A menudo, se adentraba en los senderos, siempre buscando algo nuevo, algo mágico. Un día, mientras caminaba entre los árboles altos y las flores que parecían brillar bajo la luz del sol, escuchó una risa suave que provenía de lo profundo del bosque. Intrigada, siguió el sonido hasta que llegó a un claro que nunca había visto antes.

En medio de aquel claro, había una pequeña casa hecha de hojas y flores, con ventanas de pétalos y un techo de musgo. Al acercarse, Juliana vio algo increíble: ¡hadas! Eran diminutas y brillaban como estrellas, volando alrededor de la casa y riendo entre ellas. Juliana se quedó maravillada. Nunca había visto hadas de verdad. Sabía de ellas por los cuentos que su abuela le contaba, pero jamás pensó que fueran reales.

De pronto, una de las hadas se le acercó. Era Martina, una hada alegre y amistosa, con alas que brillaban como pequeños arcoíris. «¡Hola! ¿Quién eres?», preguntó Martina, sonriendo. Juliana, todavía asombrada, respondió: «Soy Juliana. ¿Eres… una hada de verdad?». Martina rió suavemente y asintió. «Así es. Y esta es nuestra casa en el bosque».

En ese momento, apareció otra hada, Luciana, que llevaba una corona de flores en su cabeza y parecía un poco más seria. «Martina, tenemos mucho trabajo que hacer», dijo con voz suave, pero firme. Martina asintió y luego miró a Juliana. «Nosotras las hadas cuidamos de este bosque. Hacemos que las flores crezcan, que los árboles se mantengan sanos y que los animales tengan un lugar seguro donde vivir», explicó.

Juliana estaba fascinada. «¿Puedo ayudarles?», preguntó emocionada. Las dos hadas intercambiaron miradas. «No es fácil», dijo Luciana, «pero podrías aprender si tienes ganas». Juliana asintió con entusiasmo, decidida a demostrar que podía ser una buena ayudante.

Mientras Juliana empezaba a aprender las tareas del bosque, apareció un niño corriendo desde el otro lado del claro. Era Lucas, su hermano menor, quien siempre la seguía en sus aventuras, aunque a veces sin que ella lo supiera. «¡Juliana! ¡Te encontré!», gritó con una sonrisa traviesa. Juliana suspiró, pero antes de que pudiera decir algo, Martina voló hacia Lucas. «¡Hola! ¿Tú también quieres ayudar?», le preguntó, sabiendo que un espíritu curioso como el de Lucas podría ser útil.

Y así fue como Juliana, Lucas, Martina y Luciana empezaron a trabajar juntos en el bosque. Cada día aprendían algo nuevo. Martina enseñaba a Juliana cómo hacer que las flores florecieran con solo un toque, mientras que Luciana les mostraba a ambos cómo escuchar los susurros de los árboles para saber cuándo necesitaban agua. Lucas, por su parte, era el encargado de ayudar a los pequeños animales a encontrar refugio, aunque a veces se distraía persiguiendo mariposas.

Los días pasaron rápidamente, y poco a poco, Juliana y Lucas se volvieron expertos en ayudar a las hadas a cuidar el bosque. Sin embargo, un día, algo extraño ocurrió. Cuando llegaron al claro, la casa de hojas y flores estaba destruida. El techo de musgo se había caído, y las ventanas de pétalos estaban marchitas. «¿Qué ha pasado?», exclamó Juliana, preocupada.

Martina y Luciana estaban volando alrededor de la casa, tratando de repararla, pero era un trabajo demasiado grande para ellas solas. «Una tormenta fuerte pasó anoche», explicó Luciana, «y nosotras no pudimos proteger nuestra casa a tiempo». Juliana y Lucas se miraron, sabiendo que debían ayudar.

«Podemos reconstruirla juntos», dijo Juliana, con determinación. Lucas asintió. «¡Sí! ¡Podemos hacerlo mejor que antes!». Las hadas sonrieron ante el entusiasmo de los hermanos. Con trabajo en equipo, comenzaron a recoger hojas nuevas, flores frescas y ramitas fuertes para construir una nueva casa para las hadas.

Mientras trabajaban, Juliana y Lucas se dieron cuenta de que no era tan fácil como parecía. Necesitaban coordinarse, compartir ideas y ayudarse mutuamente. Lucas, aunque a veces un poco distraído, tenía buenas ideas para las ventanas. Juliana, por otro lado, se concentraba en hacer que el techo fuera fuerte y resistente. Martina y Luciana volaban alrededor, usando su magia para dar un toque especial a cada rincón de la casa.

Después de muchas horas de trabajo, la casa de las hadas estaba terminada. Era aún más hermosa que antes. Las paredes brillaban con la luz del sol reflejada en las flores, y el techo estaba cubierto de suaves hojas que mantenían todo seco y protegido. Las hadas estaban encantadas. «¡Es perfecta!», exclamó Martina, dando vueltas en el aire de felicidad. Luciana asintió, agradecida. «No podríamos haberlo hecho sin ustedes», les dijo.

Juliana y Lucas se sintieron muy orgullosos. Habían trabajado duro, pero más importante aún, habían aprendido el valor del trabajo en equipo y la amistad. Las hadas, como agradecimiento, les regalaron pequeños amuletos hechos de pétalos y hojas mágicas. «Estos amuletos les recordarán siempre que, cuando trabajamos juntos, podemos superar cualquier desafío», dijo Luciana.

Desde aquel día, Juliana y Lucas siguieron visitando el bosque para ayudar a las hadas y asegurarse de que todo estuviera en orden. Aunque sabían que no podían quedarse en el claro para siempre, cada vez que veían sus amuletos, recordaban las lecciones que habían aprendido y la amistad que habían formado con Martina y Luciana.

Conclusión:

La historia de Juliana, Lucas y las hadas del bosque es un recordatorio de la importancia del trabajo en equipo, la amistad y el cuidado de la naturaleza. Aunque a veces los desafíos puedan parecer difíciles, cuando se trabaja juntos, todo es posible. Así, el Bosque de las Hadas siguió siendo un lugar lleno de vida y magia, gracias a la colaboración entre humanos y hadas.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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