Cuentos de Hadas

El Jardín Secreto de Luna

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

Puntuación:

5
(1)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
5
(1)

Era un hermoso día de primavera, con el sol brillando en lo alto y las flores recién abiertas decorando cada rincón del jardín. Luna, una niña de seis años con un gran sentido de la curiosidad, estaba de pie junto a la puerta trasera de su casa, mirando el jardín con ojos llenos de emoción. Había escuchado muchas historias sobre un jardín mágico que se escondía detrás de una gran puerta secreta, y ese día, Luna estaba decidida a encontrarlo.

«Hoy es el día», dijo en voz baja mientras ajustaba su sombrero de paja y se ataba sus pequeños zapatos. Sabía que el jardín de su casa era especial, pero quería descubrir si lo que decían las leyendas era cierto. Según su abuela, detrás de una puerta cubierta de enredaderas, en algún lugar del jardín, se escondía un mundo lleno de maravillas mágicas, donde las flores hablaban y los animales podían ser tus amigos.

Luna caminó entre los rosales, pasó por el estanque lleno de nenúfares y recorrió un estrecho sendero cubierto de margaritas. Cada paso la llevaba más lejos, pero no encontraba la puerta secreta de la que tanto hablaban las historias.

«¿Dónde estará?» murmuró, mirando alrededor. Justo cuando estaba a punto de rendirse, un pequeño conejo blanco apareció entre los arbustos. Era muy curioso, pues no se parecía a los conejos que Luna había visto antes; sus ojos eran grandes y brillaban como estrellas diminutas.

—¡Hola! —dijo el conejo con una voz suave—. ¿Buscas algo?

Luna se sorprendió al escuchar al conejo hablar, pero rápidamente recordó lo que su abuela le había dicho: «En el jardín mágico, todo es posible».

—Estoy buscando la puerta secreta —respondió Luna con entusiasmo—. ¿Sabes dónde está?

El conejo asintió con una sonrisa.

—Sí, sí. Pero no es fácil de encontrar. Sólo aquellos con un corazón lleno de curiosidad pueden verla. Ven, te llevaré.

Luna siguió al conejo a través de un sendero que no había visto antes, lleno de helechos y flores desconocidas. Después de caminar un rato, llegaron a una pared cubierta de enredaderas. Justo en el centro, apenas visible, estaba la gran puerta de la que tanto había oído hablar.

La puerta era de madera antigua, con tallas que parecían moverse bajo la luz del sol. Las enredaderas la cubrían casi por completo, pero de alguna manera, Luna sabía que estaba en el lugar correcto. Con el corazón latiendo rápido por la emoción, extendió la mano y tocó la puerta. De repente, las enredaderas se apartaron, revelando una cerradura dorada.

—¿Y ahora? —preguntó Luna, mirando al conejo.

—Necesitas una llave especial —respondió él—. Pero no te preocupes, ya tienes lo necesario. Cierra los ojos y piensa en lo que más deseas ver en el jardín mágico.

Luna cerró los ojos con fuerza y pensó en lo maravilloso que sería conocer a las flores que hablaban y a los animales mágicos. Pensó en el brillo del sol entre los árboles y en las mariposas que volarían a su alrededor. Al abrir los ojos, la cerradura dorada comenzó a brillar y, con un suave clic, la puerta se abrió.

Al otro lado, el jardín mágico la esperaba.

Los colores eran más brillantes de lo que Luna había imaginado. Las flores no sólo eran hermosas, sino que cada una de ellas tenía un rostro sonriente. Había girasoles que reían y margaritas que charlaban entre sí. El aire olía a miel y fresas, y en el centro del jardín, un hada pequeña y brillante revoloteaba entre los pétalos.

—¡Bienvenida, Luna! —dijo el hada con una voz melodiosa—. Hemos estado esperando por ti.

Luna estaba asombrada. Todo era tan maravilloso y diferente. Se acercó a una flor que se balanceaba suavemente al viento y le dijo:

—¡Hola! Nunca había visto una flor que hablara.

—¡Claro que hablamos! —respondió la flor riendo—. Pero sólo lo hacemos en este jardín especial. Aquí, todo tiene vida y voz. ¿Quieres escuchar una canción?

Antes de que Luna pudiera responder, las flores comenzaron a cantar una melodía suave, que llenaba el aire de alegría. Luna se sentó en la hierba para escuchar, y el conejo blanco se sentó a su lado.

—Este lugar es más increíble de lo que imaginaba —dijo Luna con una sonrisa de oreja a oreja.

El hada, que se había posado en el hombro de Luna, sonrió.

—Este jardín está aquí para recordarte que la magia existe en todas partes, incluso en los lugares más cotidianos. Sólo necesitas un poco de imaginación y un corazón abierto para encontrarla.

Pasaron las horas, y Luna exploró cada rincón del jardín mágico. Aprendió de las flores que hablaban sobre la importancia de la amistad, y el conejo blanco le mostró rincones escondidos donde los árboles susurraban historias antiguas. El hada le enseñó a bailar con las mariposas, y el jardín entero se llenó de risas y canciones.

Pero, como todo lo bueno, el día llegó a su fin. El sol comenzaba a ponerse, y Luna sabía que era hora de volver a casa. Aunque no quería dejar ese maravilloso lugar, el hada la consoló.

—Siempre que necesites un poco de magia, recuerda este jardín —dijo el hada—. Está dentro de ti, en tu corazón.

Luna asintió. Sabía que, aunque no pudiera volver al jardín todos los días, siempre llevaría consigo la magia que había encontrado.

El conejo blanco la acompañó de regreso a la gran puerta secreta. Antes de que Luna cruzara, se detuvo y miró al jardín una última vez.

—Gracias por mostrarme este lugar —dijo, sonriendo a todos.

Las flores, el hada y el conejo la despidieron con un suave adiós mientras la puerta se cerraba detrás de ella. Luna volvió a su propio jardín, pero ahora todo parecía un poco más brillante, un poco más especial.

Desde ese día, cada vez que Luna se sentía triste o sola, pensaba en el jardín mágico. Sabía que, aunque no siempre lo pudiera ver, la magia estaba a su alrededor, esperando ser descubierta en los pequeños momentos del día.

Y así, Luna aprendió que, con un corazón lleno de curiosidad y una mente abierta, cualquier día puede convertirse en una aventura mágica.

Fin.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario