Noelia Avilez era una niña tranquila y soñadora que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. Desde muy pequeña, le gustaba explorar los alrededores de su casa, especialmente los árboles que crecían en el bosque cercano. Había un árbol en particular que siempre le llamaba la atención. Era un árbol viejo y enorme, con pocas hojas pero muchas ramas que se retorcían como si fueran los dedos de una mano gigante. Este árbol se encontraba en un claro del bosque, y Noelia lo visitaba cada vez que necesitaba un momento de tranquilidad o simplemente para dejar volar su imaginación.
Una noche, después de un largo día de escuela, Noelia se fue a dormir temprano. Se sentía un poco cansada, pero al mismo tiempo, había algo que la inquietaba, aunque no sabía exactamente qué era. Cerró los ojos y pronto se quedó dormida. Fue entonces cuando comenzó a soñar.
En su sueño, Noelia se encontraba de pie frente al viejo árbol del claro del bosque. La noche era oscura, y el cielo estaba iluminado solo por una delgada luna creciente que proyectaba sombras inquietantes sobre el terreno. El viento soplaba suave, haciendo que las pocas hojas del árbol crujieran con un sonido que parecía un susurro lejano. Noelia observaba el árbol con curiosidad, pero también con una sensación de temor que no podía explicar.
De repente, escuchó ruidos de pasos acercándose. Varios hombres aparecieron en la escena, llevando consigo hachas y herramientas pesadas. Sin decir una palabra, comenzaron a golpear el tronco del árbol, intentando derribarlo. Sin embargo, por más que lo intentaban, las ramas caían al suelo antes de que pudieran hacer algún daño significativo al tronco. Los hombres parecían frustrados, pero no se detenían. Seguían cortando y cortando, mientras las ramas se amontonaban en el suelo, formando una especie de círculo alrededor del árbol.
Noelia sentía que algo no estaba bien. Quería gritarles que se detuvieran, que dejaran en paz al árbol, pero su voz no salía. Era como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía escapar. Mientras observaba la escena, su corazón comenzó a latir más rápido, y la sensación de temor crecía dentro de ella.
De repente, entre las sombras, apareció una figura que Noelia reconoció al instante. Era su padre, quien había fallecido hacía un par de años. Su presencia era tenue, como un fantasma que brillaba suavemente en la oscuridad. Noelia sintió una mezcla de alegría y tristeza al verlo, pero también una profunda preocupación. Su padre se acercó al árbol y, justo cuando lo hizo, una de las grandes ramas cayó sobre él, golpeándolo con fuerza. Noelia vio cómo su padre caía al suelo, boca abajo sobre una cantidad de piedras que había en el claro.
El tiempo pareció detenerse para Noelia. Quería correr hacia él, levantarlo, pero sus piernas no respondían. La imagen de su padre tendido en el suelo, inmóvil, la llenó de una angustia tan profunda que sintió como si su corazón se rompiera en mil pedazos. Y entonces, de repente, se despertó.
Noelia abrió los ojos de golpe, respirando con dificultad. Estaba en su habitación, a salvo en su cama, pero el miedo seguía ahí, atrapado en su pecho. Miró a su alrededor, tratando de recordar que solo había sido un sueño, pero la sensación de pérdida era tan real que las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
Se levantó de la cama y fue hasta la ventana. Afuera, la noche seguía siendo oscura, pero todo estaba tranquilo. Noelia sabía que no podría volver a dormir hasta entender qué significaba ese sueño. ¿Por qué había soñado con el árbol? ¿Por qué su padre había aparecido en ese momento? Y lo más importante, ¿qué significaba todo esto?
A la mañana siguiente, Noelia decidió hablar con su abuelo sobre el sueño. Su abuelo era un hombre sabio que siempre había tenido una conexión especial con la naturaleza y los sueños. Cuando Noelia le contó lo que había visto, él la escuchó con atención, asintiendo lentamente.
«Los sueños a veces nos muestran cosas que no entendemos en el momento», le dijo su abuelo, acariciando su barba gris. «Ese árbol, Noelia, siempre ha sido especial. Representa la vida, la fuerza y el tiempo. Los hombres que intentaban cortarlo pueden ser un símbolo de los desafíos y dificultades que enfrentamos en la vida. Tu padre, al aparecer en el sueño, puede estar tratando de decirte algo, tal vez algo relacionado con el legado que él te dejó».
Noelia se quedó pensando en las palabras de su abuelo. Aunque no entendía completamente lo que significaba, algo en su corazón le decía que había algo más en ese sueño, algo que tenía que descubrir por sí misma.
Esa tarde, Noelia decidió volver al claro del bosque. Quería ver el árbol con sus propios ojos, asegurarse de que estaba bien. Cuando llegó al lugar, lo encontró tal como lo recordaba: grande, majestuoso y misterioso. Pero esta vez, no sintió el mismo temor que en el sueño. En cambio, sintió una paz extraña, como si el árbol la estuviera recibiendo de alguna manera.
Noelia se acercó al tronco y colocó su mano sobre la corteza rugosa. Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de conectar con el árbol, con su energía. Y en ese momento, sintió algo, una especie de susurro en su mente, como si el árbol le estuviera hablando.
«No estás sola», parecía decir el árbol. «Tu padre siempre estará contigo, en cada rama, en cada hoja, en cada susurro del viento».
Noelia abrió los ojos, y por un instante, casi pudo ver la figura de su padre de nuevo, sonriendo, como si estuviera orgulloso de ella. Supo en ese momento que no tenía nada que temer. El sueño no era una advertencia, sino un recordatorio de que, aunque su padre ya no estaba físicamente con ella, su espíritu siempre estaría presente, cuidándola.
Con una sonrisa en el rostro, Noelia se dio la vuelta y comenzó a caminar de regreso a casa. Sabía que esa noche dormiría tranquila, con la certeza de que, aunque el mundo estuviera lleno de desafíos y dificultades, siempre tendría la fuerza de su padre y del viejo árbol para guiarla.
Esa noche, Noelia soñó con el árbol de nuevo, pero esta vez, no había hombres con hachas ni ramas cayendo. En su lugar, el árbol estaba lleno de hojas verdes y brillantes, y su padre estaba sentado bajo sus ramas, esperándola con una sonrisa. Noelia corrió hacia él, y juntos, se sentaron bajo el árbol, disfrutando de la paz que solo los sueños pueden ofrecer.
Y así, Noelia aprendió que los sueños, aunque a veces nos asusten, también pueden ser fuentes de consuelo y sabiduría, mostrándonos que aquellos que amamos nunca nos abandonan realmente, sino que siempre estarán con nosotros, cuidándonos desde el corazón de la naturaleza y los recuerdos.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.