Había una vez un niño llamado Bauti. Él no era un niño cualquiera, ¡era un súper héroe! Todos los días, Bauti se ponía su capa roja, su máscara mágica y su traje de héroe, listo para salvar el día. Aunque Bauti era pequeño, tenía un gran corazón y un poder muy especial: podía hacer sonreír a todos los que lo rodeaban.
Un día, mientras jugaba en el parque, Bauti escuchó un ruido extraño. «¡Oh no!», pensó, «¡alguien necesita mi ayuda!». Con su capa ondeando al viento, corrió hacia donde venía el sonido. Al llegar, vio que un grupo de ardillas estaba muy triste. ¡Las ardillas no podían encontrar sus nueces! Bauti se acercó con una gran sonrisa y dijo: «¡No se preocupen, ardillas, Súper Bauti está aquí para ayudarlas!».
Bauti buscó por todo el parque. Buscó detrás de los arbustos, entre las flores y hasta debajo de los bancos. Finalmente, encontró un gran montón de nueces escondido en un rincón. Las ardillas saltaron de alegría, agradecidas con Bauti. «¡Gracias, Súper Bauti!», dijeron todas mientras corrían a recoger sus nueces.
Pero el día de Bauti no había terminado. Mientras paseaba por el parque, vio a una pequeña mariposa que se había quedado atrapada en una telaraña. «¡No te preocupes, mariposita!», dijo Bauti con voz suave. Con mucho cuidado, Bauti liberó a la mariposa, que voló feliz hacia el cielo. «¡Eres un verdadero héroe, Bauti!», le dijeron los pajaritos que miraban desde los árboles.
El sol brillaba y todo el parque estaba lleno de flores y animales felices, pero Bauti sabía que siempre debía estar alerta. De repente, escuchó un murmullo suave. Era un conejo pequeño que se había perdido y no encontraba su camino de regreso a casa. «¡No temas, conejito!», dijo Bauti mientras lo levantaba en sus brazos, «te llevaré de vuelta a casa».
Con su gran poder de orientación, Bauti encontró el hogar del conejo. Su familia lo estaba esperando con mucha preocupación, pero cuando vieron a Bauti acercándose con el pequeño conejito en sus brazos, saltaron de alegría. «¡Gracias, Bauti! ¡Eres nuestro héroe!», dijeron los conejos, y le dieron zanahorias como agradecimiento, aunque Bauti no las necesitaba. Su recompensa era ver a todos felices.
Al final del día, Bauti se sentó en el pasto, mirando el cielo. Sabía que había cumplido su misión: ayudar a todos y hacer del parque un lugar feliz. «Ser un súper héroe no siempre es fácil», pensaba, «pero es lo más divertido del mundo».
Así, Bauti volvió a casa con su capa ondeando al viento, sabiendo que mañana habría más aventuras. ¡Porque mientras existan amigos que necesiten una sonrisa, Súper Bauti estará listo para salvar el día!
Conclusión:
Bauti, con su valentía y gran corazón, demostró que no se necesita ser grande para ser un verdadero héroe. A veces, lo más importante es ayudar a los demás y hacerles sonreír.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.