En un pequeño pueblo rodeado de bosques oscuros, vivían tres amigos inseparables: Dylan, Jan M y Kevin. Estos chicos compartían una fascinación por los cuentos de terror y las historias de fantasmas. Dylan, el más alto y valiente del grupo, tenía el cabello negro como la noche. Jan M, con su cabello castaño y una curiosidad insaciable, era el estratega del grupo. Kevin, con su cabello rubio y gafas, era el más inteligente y siempre llevaba una linterna en su mochila, por si acaso.
Una tarde de otoño, mientras paseaban en bicicleta por las afueras del pueblo, encontraron un viejo cartel semidestruido que señalaba el camino hacia un lugar llamado «El Castillo de los Susurros». Según las leyendas locales, este castillo estaba abandonado desde hacía siglos y se decía que estaba embrujado por los espíritus de sus antiguos habitantes. Los chicos, siempre en busca de nuevas emociones, decidieron investigar.
El camino hacia el castillo era sinuoso y estaba cubierto de hojas secas. A medida que avanzaban, el ambiente se volvía más oscuro y el viento parecía susurrar advertencias en sus oídos. Finalmente, llegaron a una colina desde donde se podía ver el castillo. La vieja estructura se alzaba majestuosa y aterradora, con torres que parecían arañar el cielo y ventanas rotas que miraban como ojos vacíos.
Decidieron entrar. A medida que se acercaban a la entrada principal, sintieron un escalofrío recorrer sus espinas. La puerta, aunque vieja y corroída, se abrió con un chirrido siniestro. El interior del castillo estaba en ruinas, con muebles cubiertos de polvo y telarañas colgando del techo. Kevin encendió su linterna, y su luz temblorosa proyectó sombras inquietantes en las paredes.
Exploraron varias habitaciones, cada una más tétrica que la anterior. Encontraron un antiguo salón con un gran espejo roto y cuadros de personas que parecían observarlos desde sus marcos polvorientos. En una de las habitaciones, Jan M descubrió un viejo diario cubierto de polvo. Al abrirlo, encontraron las últimas palabras de alguien llamado Lord Alistair, el antiguo dueño del castillo. El diario relataba cómo Lord Alistair había hecho un pacto con fuerzas oscuras para proteger su fortuna, pero el precio había sido su alma y las de sus sirvientes.
De repente, escucharon un ruido. Un susurro débil que parecía venir de las profundidades del castillo. Los chicos, aunque asustados, decidieron seguir el sonido. Bajaron por una escalera de piedra que crujía bajo sus pies, hasta llegar a una oscura bodega. La bodega estaba llena de barriles viejos y botellas de vino, pero en el centro había una trampilla cubierta con un manto rojo.
Dylan, siempre el más audaz, levantó la trampilla y reveló una escalera que descendía aún más. Bajaron con cautela y encontraron una cámara secreta. La cámara estaba iluminada por velas que parecían arder eternamente. En el centro de la habitación había un altar con una antigua caja de madera tallada con extraños símbolos.
Cuando Dylan abrió la caja, encontraron un amuleto de oro con una gema roja en el centro. Apenas lo tocaron, una voz resonó en la habitación: «¡Dejad este lugar, intrusos, o enfrentaréis la ira de los condenados!» Los chicos sintieron que el suelo bajo sus pies temblaba y las velas parpadearon violentamente.
Decidieron huir, pero la trampilla por la que habían bajado se cerró de golpe. Kevin, utilizando su ingenio, encontró una antigua palanca oculta en la pared. Al activarla, una puerta secreta se abrió, revelando un túnel oscuro. Sin otra opción, se adentraron en el túnel, con la esperanza de encontrar una salida.
El túnel parecía interminable y los susurros se intensificaban, como si los fantasmas del castillo los estuvieran persiguiendo. Después de lo que pareció una eternidad, llegaron a una cámara más amplia. En el centro, encontraron un esqueleto vestido con ropas nobles y una espada clavada en el suelo junto a él. Dylan recogió la espada, sintiendo una energía extraña recorrer su cuerpo.
De repente, la cámara se llenó de una luz cegadora y el esqueleto cobró vida. Se presentó como Lord Alistair, condenado a proteger su tesoro por toda la eternidad. Les explicó que el amuleto que habían encontrado era la clave para liberar las almas atrapadas en el castillo, pero debían usarlo con sabiduría.
Con el amuleto en mano, los chicos recitaron las palabras que encontraron en el diario de Lord Alistair. Una luz brillante emanó del amuleto y los espíritus atrapados en el castillo comenzaron a desaparecer, liberándose de su tormento eterno. Lord Alistair, con una sonrisa agradecida, también se desvaneció, dejándolos en la oscuridad.
Finalmente, encontraron una salida al exterior. La luna llena brillaba intensamente y el aire fresco les dio la bienvenida. El castillo, ahora en ruinas, parecía menos aterrador bajo la luz de la luna. Los chicos, exhaustos pero triunfantes, regresaron a su pueblo con la certeza de que habían vivido una experiencia que jamás olvidarían.
Desde aquel día, el Castillo de los Susurros quedó en silencio, sin susurros ni presencias inquietantes. Dylan, Jan M y Kevin sabían que habían hecho algo bueno, liberando a los espíritus atrapados y devolviendo la paz al lugar. La aventura fortaleció su amistad y les enseñó que, a pesar del miedo, la valentía y la inteligencia siempre los guiarían hacia la victoria.
Y así, con el misterio del castillo resuelto y los espíritus en paz, los tres amigos continuaron explorando nuevos lugares, sabiendo que juntos podían enfrentar cualquier desafío que se les presentara. La historia del Castillo de los Susurros se convirtió en una leyenda en el pueblo, y los chicos, en héroes locales, siempre listos para la próxima gran aventura que la vida les deparara.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.