Jhosua estaba en su habitación, como cualquier otro día. Había terminado su tarea, jugado con su consola, y ahora estaba descansando. Todo parecía tranquilo en el mundo, hasta que un fuerte sonido interrumpió su calma. Su teléfono vibró sobre la mesa, y al mirar la pantalla, vio una alerta de emergencia.
El mensaje que apareció era claro y directo: “ALERTA: PELIGRO INMINENTE. EVACUACIÓN EN CURSO. TODOS LOS CIUDADANOS DEBERÁN ABANDONAR LA ZONA LO ANTES POSIBLE.” Un escalofrío recorrió su espalda, pero no fue hasta que escuchó los primeros gritos en la distancia que entendió lo grave de la situación. La ciudad estaba en caos.
Pensó en su familia. Sus padres estaban fuera, y su hermana, a pesar de estar cerca, no podía llegar en ese momento. Sin embargo, su instinto le dijo que tenía que actuar rápido. Su habitación, normalmente tan tranquila, ahora estaba llena de un extraño silencio, interrumpido solo por los gritos lejanos que se volvían cada vez más cercanos. Jhosua se levantó rápidamente de su cama, corrió hacia la ventana y asomó la cabeza. Lo que vio lo dejó paralizado.
El cielo estaba cubierto de nubes grises, como si todo el mundo hubiera perdido su color. En las calles, las personas corrían en todas direcciones, y en algunos edificios cercanos, las ventanas estaban rotas. Los coches estaban abandonados, y la gente pedía ayuda desesperada. Algunos gritaban por sus vidas, mientras otros no podían ni moverse. Pero lo peor de todo era el sonido de los gritos. No eran solo humanos, eran algo más… algo extraño, algo aterrador.
De repente, la luz de su teléfono volvió a parpadear, y un nuevo mensaje apareció en su pantalla: “NO TE ACERQUES AL RUIDO. EL PELIGRO ESTÁ CERCA”. Jhosua no comprendía completamente el mensaje, pero sabía que algo terrible estaba sucediendo. Tenía que salir, y tenía que hacerlo rápido.
Corrió hacia la puerta, agarró su chaqueta y sus llaves. Cuando abrió la puerta, el aire fresco de la noche lo golpeó, pero lo que lo aterrorizó más fue el silencio que se apoderó de todo a su alrededor. A lo lejos, se podían escuchar los murmullos de las personas, pero pronto los gritos comenzaron a sonar de nuevo, esta vez mucho más cercanos.
Con el corazón latiendo fuerte, Jhosua decidió correr hacia el parque, el lugar más cercano donde podía esconderse. Mientras corría, sus pasos se sentían pesados, como si alguien lo estuviera persiguiendo. Miró hacia atrás, pero no vio a nadie. El miedo lo hacía sentirse observado, pero no podía detenerse.
Al llegar al parque, las luces estaban apagadas, y todo estaba sumido en una oscuridad extraña. Jhosua se agachó entre unos arbustos, intentando ocultarse. Escuchó un ruido fuerte cerca, como si algo pesado se estuviera arrastrando. No se atrevió a mirar, pero sabía que algo estaba cerca.
De pronto, un resplandor iluminó el cielo. Era una luz cegadora, como si la ciudad misma estuviera siendo engullida por una tormenta. Jhosua se tapó los ojos para protegerse, pero cuando pudo abrirlos de nuevo, se encontró con una figura extraña. Era una silueta oscura, con ojos brillantes que miraban fijamente. El ser parecía humano, pero su forma no tenía sentido. Su cuerpo parecía estar compuesto de sombras, y su cara… su cara no tenía rostro.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Jhosua, y antes de que pudiera reaccionar, la figura comenzó a acercarse a él. Los gritos a su alrededor se volvían más intensos, como si el miedo se estuviera extendiendo como una plaga. En ese momento, el teléfono de Jhosua vibró una vez más.
“NO MIRES. NO TE DETENGAS. CORRE.”
Sin pensarlo, Jhosua salió disparado hacia las calles desiertas. Su corazón latía con fuerza, y su mente le decía que no podía mirar atrás. Sin embargo, el terror lo hacía sentir que algo lo estaba observando, siguiéndolo. Al correr, escuchó nuevamente el ruido extraño que provenía del aire. Algo estaba cambiando en la ciudad, algo que él no podía comprender.
Finalmente, llegó a un edificio alto y decidió esconderse dentro. Corrió a través de las escaleras, buscando un refugio, un lugar donde pudiera encontrar algo de calma. Pero, cuando entró en la planta baja, se dio cuenta de que algo aún más aterrador había sucedido. El lugar estaba desordenado, como si una fuerza invisible hubiera causado estragos. Sillas volteadas, puertas abiertas y papeles volando por todo el lugar.
Un fuerte sonido de pasos resonó por el pasillo. Jhosua no podía quedarse allí, pero no sabía a dónde ir. Se escondió detrás de una columna, tratando de no hacer ruido. El sonido de los pasos se acercó, y con ello, el miedo volvió a apoderarse de él. Algo se movía en la oscuridad. Algo que no era humano.
Al levantar la vista, vio una sombra al final del pasillo, una figura que caminaba lentamente hacia él. En sus manos, sostenía una linterna que iluminaba con un resplandor siniestro. Jhosua estaba paralizado. No sabía si correr o quedarse donde estaba. Pero en ese momento, la figura giró hacia él, y, con voz baja, dijo:
—¿Quieres saber qué está pasando aquí? Entonces ven conmigo.
Jhosua, con miedo pero también con curiosidad, decidió seguir a la figura. A medida que avanzaban por el edificio, vio otras sombras que caminaban en silencio. Nadie decía nada, solo se movían lentamente hacia algún lugar. ¿Qué era todo esto? ¿Qué había causado el caos en la ciudad?
La figura se detuvo frente a una puerta cerrada. La abrió lentamente y Jhosua entró. Lo que vio allí no era un refugio, sino el centro del caos. En las paredes, había pantallas que mostraban imágenes del caos fuera. Gente corriendo, gritos, sombras deslizándose por las calles.
La figura se giró hacia él y dijo:
—Lo que has visto es solo el principio. Este es el mundo que estamos creando. El caos será nuestra nueva realidad.
Conclusión: Jhosua comprendió, en ese momento, que lo que había experimentado no era solo una pesadilla. Era una advertencia, un preludio de algo mucho más grande que estaba por suceder. A veces, la realidad se disuelve en lo desconocido, y solo aquellos que se atreven a mirar más allá de lo evidente, como Jhosua, podrán comprender el verdadero significado del caos que acecha.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.