Cuentos de Terror

Mónica y el Secreto de la Última Estación

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En una ciudad donde las noches eran tan oscuras como los secretos que escondía, vivía Mónica, una joven estudiante de medicina. Su vida era un constante ir y venir entre la universidad y su hogar, siempre apresurada, siempre cansada. Pero su determinación era más fuerte que el agotamiento que sentía cada noche al tomar el último tren a casa, a las 11 en punto.

Era una noche de viernes cuando todo cambió. Mónica, como siempre, llegó a la estación de tren, el eco de sus pasos resonando en el vacío. El reloj de la estación marcaba las 10:50, pero algo era diferente esa noche. Un silencio inusualmente pesado colgaba en el aire, un presagio que Mónica no logró descifrar.

Cuando el reloj dio las 11, el tren no estaba allí. Los minutos pasaron lentamente, cada tic-tac resonando en el corazón de Mónica. Finalmente, a las 11:10, el tren llegó, deslizándose en la estación con un susurro siniestro. Al abrirse las puertas, Mónica se encontró con una escena que heló su sangre.

El tren estaba vacío, no había pasajeros, ni ruido, solo un silencio ensordecedor y manchas de sangre esparcidas por el suelo y los asientos. El miedo se apoderó de ella, pero su curiosidad de futura médica la impulsó a investigar. Con cautela, avanzó por el pasillo del tren, observando cada detalle macabro.

Al llegar a la cabina del conductor, la puerta estaba entreabierta. Empujándola lentamente, Mónica asomó la cabeza. Allí, en la penumbra, vio la figura de un hombre de pie, de espaldas a ella. Su presencia era inquietante, y una sonrisa malévola se dibujaba en su rostro al voltear hacia Mónica.

El hombre se giró completamente hacia Mónica, su sonrisa se ensanchó aún más al ver el temor en sus ojos. «Bienvenida, Mónica», dijo con una voz que era un susurro y un gruñido al mismo tiempo. Mónica retrocedió, su mente luchando entre el miedo y la urgencia de huir.

«¿Quién eres?», logró preguntar con una voz temblorosa.

«Alguien que ha estado esperando este momento», respondió el hombre. «Pero no temas, no te haré daño. Eres parte de algo mucho más grande, un plan que ha estado en marcha desde hace tiempo.»

Mónica no entendía sus palabras, pero algo dentro de ella sabía que debía escapar. Dio un paso atrás, preparándose para correr, pero el hombre se adelantó, bloqueando su camino. «No puedes irte, Mónica. Eres esencial para nosotros.»

En ese momento, una ráfaga de viento frío recorrió el tren, y las luces parpadearon. Mónica aprovechó la distracción y corrió hacia la salida del tren, sus pasos resonando en el silencio. Al salir del tren, miró atrás y vio que el hombre no la seguía. Corrió por la estación desierta, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Cuando finalmente llegó a casa, cerró la puerta con llave y se deslizó al suelo, su respiración entrecortada. ¿Qué había sido todo eso? ¿Quién era ese hombre y qué quería de ella?

Durante los días siguientes, Mónica intentó convencerse de que había sido solo su imaginación, un producto del cansancio y el estrés. Pero no podía sacudirse el sentimiento de que algo oscuro la había tocado esa noche.

Decidida a no dejarse vencer por el miedo, Mónica continuó con su rutina, pero evitó tomar el último tren. Sin embargo, una noche, al salir de la biblioteca más tarde de lo esperado, no tuvo más opción que enfrentarse nuevamente a la estación de tren a medianoche.

Esta vez, el tren llegó a tiempo, y al subir, Mónica notó que no estaba sola. En un asiento al fondo, una figura encapuchada la observaba. A pesar del miedo, Mónica se acercó. «¿Quién eres?», preguntó, su voz firme.

La figura bajó la capucha, revelando el rostro de una mujer mayor, con ojos sabios y amables. «Soy alguien que puede ayudarte a entender lo que está pasando», dijo. «Pero debes estar dispuesta a escuchar y aceptar verdades que van más allá de lo que conoces.»

Mónica asintió, lista para enfrentar lo desconocido. Esa noche, comenzó a desentrañar el misterio que la había envuelto, un viaje que la llevaría a descubrir secretos ocultos en las sombras de su propia ciudad y en los rincones más oscuros de su alma.

La mujer se presentó como Elena, una antigua médica que había vivido acontecimientos similares a los de Mónica hace muchos años. «Lo que viste aquella noche no fue un delirio, ni un simple criminal. Estás siendo atraída a un mundo que coexiste con el nuestro, un mundo que la mayoría no puede ver», explicó Elena con una voz serena pero cargada de experiencia.

Mónica escuchaba atentamente, su mente tratando de asimilar las palabras de Elena. «¿Y qué es ese mundo?», preguntó con cautela.

«Es un lugar donde lo imposible es posible, y donde ciertas personas, como tú, tienen un papel que desempeñar. Tienes un don, Mónica, una habilidad que aún no comprendes, pero que es crucial para mantener el equilibrio entre estos dos mundos.»

Elena le contó sobre una antigua sociedad secreta, una que protegía la frontera entre lo natural y lo sobrenatural. «Y ahora, Mónica, es tu turno de ser parte de esto. Pero debes estar dispuesta a aceptar tu destino.»

Mónica sintió un peso sobre sus hombros. ¿Cómo podía ser ella, una simple estudiante de medicina, alguien destinada a semejante responsabilidad? Pero, en lo más profundo de su ser, sabía que Elena decía la verdad.

Durante las semanas siguientes, Elena se convirtió en su mentora, enseñándole a entender y manejar su don. Mónica aprendió a ver más allá de lo evidente, a sentir la presencia de aquellos que habitaban en las sombras.

Una noche, mientras caminaba sola por una calle oscura, Mónica sintió una presencia familiar. Al voltear, vio al hombre del tren, parado a lo lejos, observándola. Pero esta vez, no sintió miedo. Con paso firme, se acercó a él.

«¿Qué quieres de mí?», preguntó Mónica, su voz reflejando una nueva confianza.

El hombre sonrió, pero su sonrisa ya no era amenazante. «Solo quería ver si estabas lista», dijo. «Y veo que lo estás. Bienvenida a la verdad, Mónica.»

Con esas palabras, el hombre desapareció en la oscuridad, dejando a Mónica sola con sus pensamientos. Ahora sabía que su vida había cambiado para siempre, que tenía un propósito más allá de lo que había imaginado.

Mónica continuó su camino, no solo como estudiante de medicina, sino también como guardiana de un mundo oculto. Aunque sabía que enfrentaría desafíos y peligros, también entendía que no estaba sola en esta lucha.

El final de la historia muestra a Mónica, convertida en una persona más fuerte y decidida, lista para enfrentar los misterios y peligros que le esperaban, protegiendo el delicado equilibrio entre dos mundos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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